Tras la horrorosa imagen de un video que circuló en las redes sociales el pasado fin de semana, donde aparecen cuatro atracadores en sendos motores, una niña y dos señoras horrorizadas por el asalto de que fueron víctimas cuando llegaban a su hogar en el sector La Esperilla, es más que preocupante. Estas y otras imágenes anteriores captadas por cámaras de seguridad, sin contar las que no se han podido mostrar, es una desagradable carta de presentación de la sociedad en que vivimos.
En los sectores medios y bajos existe un toque de queda automático desde que oscurece. Nadie se atreve a salir de sus hogares, porque si a plena luz del día asaltan, por las noches las calles son para los delincuentes y así hemos tenido que cambiar nuestros hábitos, porque la capacidad de asombros fue copada entre los dominicanos.
Cuando el Director Ejecutivo de la FINJUS, Julio César Castaños Guzmán, dice que en el 50 por ciento de los atracos están involucrados policías, cuando la fiscal Yeny Berenice dice que son más, cuando ciertamente se llega a apresar a algunos aparecen los que son o fueron miembros de alguna institución policiaca y militar, hay que pensar en que no es un juego lo que está pasando: son personas entrenadas, conocen el manejo de las armas, andan armados y tienen cómplices.
El panorama pinta incierto, porque las medidas anunciadas para contrarrestar el mal no han sido ni son adecuadas, cada día es peor y al menos en esta capital es muy rara la familia que no haya vivido una experiencia de asalto, me incluyo, no solo porque he sido víctima dos veces, sino porque fui testigo presencial del asalto a dos jóvenes que caminaban en la calle Luis Alberti, de Naco, a plena tres de la tarde en mis ojos y de muchos que estábamos esperando que se despejara el tránsito, dos que iban en un motor le arrebataron las carteras a las jóvenes.
Los delincuentes vestían pantalones jean azul y camisetas negras, estaban armados con pistolas, se fueron serpenteando por la calle, doblaron en la Roberto Pastoriza y la impotencia nos inundó a todos y las dos jóvenes se llenaron de miedo.
La gente está horrorizada, por lo que veo en cada asaltante a un terrorista y ellos igual que los terroristas son enemigos desconocidos, no sabemos dónde están y dónde se esconden, y son una especie de ejército que nos han declarado la guerra y nos mantienen en zozobra.
En Colombia, para detectar a los sicarios, decidieron “uniformar a los motoristas con chalecos lumínicos» y cuando aparece un motorista sin ese código de vestimenta, llaman a la policía. Colombia tiene más de 48 millones de habitantes y nosotros 10, porqué ellos pudieron y nosotros no?
Se pensará que los chalecos pueden ser falsificados, claro que sí, pero no podrán falsificar un código secreto que controlen los organismos anti terroristas y por demás electrónico que se le coloque en el casco que debe ser obligatorio también.
El que ande sin el casco protector y sin el chaleco debe considerarse sospechoso. Invertir en la gente implica abonar por la seguridad que es también un derecho de los ciudadanos. Manos a la obra.