Chandigarh, la ciudad más nueva de un país antiguo

Chandigarh, la ciudad más nueva de un país antiguo

CHANDIGARH (INDIA), EFE.- Chandigarh, en el norte de la India, es una ciudad limpia y ordenada dentro de un país antiguo y caótico, reflejo de la estructura que le dio el influyente arquitecto Le Corbusier en los años 50.

Se trata del último ejemplo de la tradición india de las urbes planificadas, algo que choca duramente con la realidad en este enorme país.

A pesar del tiempo transcurrido desde su creación, cinco décadas más tarde del inicio del proyecto da la sensación de que las soluciones salidas del cerebro del famoso arquitecto nacido en Suiza son a veces demasiado rígidas, demasiado europeas para la India.

En cualquier otra ciudad india florecen en las esquinas los pequeños comercios que carecen de un local y son parte del paisaje urbano indio, pero en Chandigarh, aunque existen, el contexto parece menos propicio para este fenómeno.

Al igual que Udaipur, Fathepur Sikri, Hampi, Vijayanagar o Nueva Delhi, es una ciudad creada sobre el papel y luego convertida en piedra y mortero.

Chandigarh, capital del Punjab indio y de Haryana, que sin embargo constituye un territorio de la unión y no pertenece a ninguno de los dos estados, es la única ciudad india organizada sobre una retícula: alrededor de 50 sectores, que funcionan como entes semi autónomos.

Aunque su nombre, Chandigarh, estará para siempre unido al del influyente arquitecto Le Corbusier, en realidad las autoridades indias habían adjudicado el proyecto inicial al estadounidense Albert Mayer.

El proyecto de este fue respetado en gran parte por Le Corbusier, pero el arquitecto nacido en Suiza y nacionalizado francés le adjudicó la inflexibilidad de la línea recta en contraste con las curvas que propuso Mayer.

En la India, los lugareños aprovechan las sombras y los huecos que ofrece la arquitectura caótica típica del país para hacerse con espacios donde realizar sus actividades comerciales, sociales o lúdicas, pero la arquitectura de Chandigarh es incómoda para ese estilo de vida.

Ya lo decía el influyente arquitecto indio Charles Correa: “Oh Changigarh, valiente nueva Chandigar, nacida en las ásperas planicies del Punjab sin cordón umbilical”.

O como opina Charles Montreux, un estudiante de arquitectura que investiga el urbanismo indio, al pasar por la estación de autobuses, un complejo de hormigón sujeto por pilotes, “míralos, están perdidos sin paredes”.

Y es que Chandigarh parece no ajustarse al carácter indio: la buena planificación ha creado una ciudad con espacios verdes, limpia, en la que el tráfico es menos ruidoso y más fluido.

De día, hindúes, musulmanes y los numerosos sij con sus turbantes de colores liados alrededor de la cabeza de maneras diferentes usan su ciudad, que los obliga a un estilo de vida menos indio.

Pero por la noche los suelos se alfombran de gente dormida, como en el resto del país, y se puede hasta escuchar los cánticos de algún Baba (hombre santo) que canta al niño Shiva, jaleado por un reducido público que toca el tambor, fuma hachís y comparten dulces y yogur.

Al norte de la ciudad está la que quizá sea la zona más visitada.

El complejo del Capitolio es la rúbrica de Le Corbusier en la ciudad, con los significativos edificios del Secretariado, el Alto Tribunal y los Parlamentos del Punjab y Haryana. 

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