Charla con el patrón

Charla con el patrón

–¿Tizol, cómo es posible que una casa de tres habitaciones en Altos de Las Rocas, valga lo mismo que una de dos en El Ensueño? –Muy sencillo, señor Caperuzo, la familia que la vende no tenía con qué pagar los impuestos sucesorales. Además, están enzarzados en un pleito entre hermanos; unos son del matrimonio; otros son hijos naturales. –Tienes suerte, Tizol; unas veces topas con viudas solitarias y otras con familias empeñadas en matarse. Acaba de llamar Brazobán; la mujer de “el hombre” y él mismo, prefieren la casa de Altos de Las Rocas. A mí me da igual hacer el negocio con cualquiera de ellas.

–Señor Caperuzo, yo visito las gentes y les vendo las casas; también vendo algunas ideas que supongo les podrían gustar; no los obligo; les doy alternativas. Un amigo, que realiza animaciones en TV, dice que uno debe procurar siempre no estar entre los muertos de las historias. –Hay personas que aprenden de todo lo que les rodea; y gente que no aprende nada, aunque disponga de los mejores maestros. –Señor Caperuzo, conseguí la casa de la viuda Edelmira a través de los anuncios clasificados; la de Las Rocas la detecté en publicaciones de avisos judiciales. –Ya he apartado el dinero para comprar esta nueva vivienda.

En ese momento entró Flor de Betania con una bandeja. Aquí está el té verde. –¿Señor Caperuzo; y desde cuándo se sirve té verde en esta oficina? –Tizol, hay que renovar las costumbres empresariales. –Bueno, beberé té con mucho gusto. –Es una magnífica decisión; no conviene ponerse rígido con los hábitos sociales. –Señor Caperuzo, cada cabeza piensa de modo distinto; cada hombre tiene una forma diferente de apreciar a las mujeres. –No filosofes demasiado, que eso mata la ambición; sin ambición, no hay progreso.

–Tizol y Flor de Betania bajaron la escalera juntos para regresar a sus puestos de trabajo. –Ayer vino una mujer preguntando por el mapa de la ciudad. Quería saber el área que abarca la urbanización Altos de Las Rocas. Andaba con un moño en forma de surtidor de agua y tenía una teta casi afuera. Dijo que conocía “al corredor Amancio Tizol, el que negocia casas en Ensanche El Ensueño”.

 

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