Charla doméstica

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FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
Por Dios, Ladislao, tu confías en un hombre como Medialibra! Ese señor es un oficinista fracasado, loco por hacer méritos delante de sus superiores. Tiene casi treinta años trabajando en el archivo muerto de la Unidad de Investigación. Si no progresa, por algo será. A lo mejor le pagan otros servicios.

Tú no conoces a las gentes de Cuba; yo solo tengo que verles los ojos y la manera de reír. Enseguida sé lo que buscan. Medialibra es un hombre solitario; no tiene mujer y lo entiendo. ¡Qué mujer va a querer vivir con ese mequetrefe! No creas en macho roñoso y sin mujer. Tal vez tú le hayas caído bien y no te haga daño; pero no olvides que su vida toda depende de que no le echen de la Unidad. Puedes confiar en Azuceno mucho más que en Medialibra. Azuceno desea que las personas se amen. Él nos mira con mezcla de ternura y envidia. Tal vez quiera ser como yo y tenerte a ti. Es un maricón bueno y decente. No siente ninguna solidaridad con autoridades que persiguen a los pájaros como si fuesen animales. Por algo Medialibra se llama Medialibra; por su nombre saco en limpio todo lo demás: individuo de poco peso, ligero de carácter y variable de conducta. Azuceno te aprecia tanto como Cachimbo; quiero decir con entusiasmo espontáneo y sin cálculo. Cachimbo es solamente un perro; Azuceno es más fiel que cualquier perro; pero es gente; tiene el alma llena de buenos deseos para los que le rodean. Él ayuda enfermos y viejos; es como una monja de servicio en un hospital. Por eso yo lo llevo y lo traigo en la bicicleta.

-¿A que viene todo eso, Lidia? – Me preocupa saber que Medialibra te pone a escuchar grabaciones de viejos que no has visto nunca y que no viven en La Habana. ¿Cómo sabes que es la voz del señor Valdivieso? ¿Cómo puedes dar por buena la copia de un documento sin ver el original? Tienes que ir a Santiago, conocer a ese tipo y hablar con él. Así podrás confrontar lo que dice el bayamés con lo que cuenta Valdivieso y con los datos que te facilita Medialibra. ¿No te ha dicho el propio Medialibra que le encargaron interrogarte sobre un papel que encontraron en tu habitación? Te cuesta andar con pies de plomo, Ladislao; en Cuba, es cierto, hay mariposas y palomas; también cacatas y majases pueden salirte de cualquier cueva. No deseo que te saquen del país.

– Los hombres se dejan meter cuerda fácilmente. A mí sí que no me engañan fácilmente. Entre Medialibra y Cachimbo yo escogería siempre a Cachimbo a la hora de confiar en uno de los dos. Por lo menos Cachimbo no habla, solo ladra; por eso no puede decir mentiras, ni hacer denuncias, ni contar chismes. El día que dormiste en el Parque de la Fraternidad el único animal que se ocupó de ti fue Cachimbo. Una sola persona vino a mi casa averiguar tu paradero; fue Azuceno. Ese Medialibra apareció en la cafetería después que llegó la policía. Soy pobre y no tengo influencia pero soy una mujer que no come pelos de puerco; y defiendo lo mío como gato boca arriba.

Lidia hablaba y hablaba; Ladislao escuchaba sentado en la mecedora con la camisa desabotonada y los zapatos enfrente. Miraba complacido a Lidia ir y venir por la casa. De repente Lidia paró de mover la escoba, levantó el palo como si fuera una escopeta y encarando a Ladislao le dijo: – irás a Bayamo y a Santiago, con Pimpollo o sin Pimpollo, en carro o en autobús, pero llegarás a la fuente por tus propios pies. Ningún Medialibra le va a enredar su hombre a Lidia Portuondo. A fin de mes tendré dinero para acompañarte sin ser carga de la Unidad. Tendré suficiente para ir, para volver y para no sufrir al regreso con los garroteros atrás. Tú no sabes todavía con la clase de mujer que te has topado. Ladislao, no puedes aplazar el viaje hasta que San Juan baje el dedo. Así no terminarás el libro en mil años.

– ¿Es verdad que recibes cartas de Europa en el hotel? Si deseas que te envíen papeles a mi dirección puedes hacerlo. – Envío más cartas de las que recibo. En este momento no sé la dirección exacta en Europa de las personas de mi mayor aprecio. Tengo que escribir a una mujer de Budapest que alojaba estudiantes para que ella, a veces un mes después, entregue el sobre a su destinatario. En algunos casos me veo obligado a dirigir las cartas a una ciudad próxima a la población donde reside quien debe recibirla. – ¿No será esa mujer la tal Demonia que te manda documentos viejos de la Segunda Guerra Mundial? – Lidia, no te metas en eso; son asuntos de mi trabajo profesional. – Cuando hay reuniones en la Unidad, con delegados de otros países, tiemblo pensando en las cosas inconvenientes que dices aquí, en esta casa, y que podrías repetir allá. En esos días te envuelvo en avemarías y en padrenuestros para protegerte; es mas, voy a volver donde el babalao a consultar. Casi todo lo que dices y explicas suena bien y parece verdadero; pero es peligroso. Necesitas un amuleto. – Lidia, ya es muy tarde para discutir esas cosas. – No me digas, Ladislao, que a esta hora vas a irte al hotel; está lloviendo, además; yo, te preparo un sopón, te quedas aquí y no hablamos más del asunto. henriquezcaolo@hotmail.com

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