Chávez rescata la solidaridad

Chávez rescata la solidaridad

HAMLET HERNANN
Desde hace varios años se vislumbraba una crisis energética mundial de grandes proporciones. Las reservas de hidrocarburos se agotan y, “de donde se saca y no se le mete, el fondo se le ve”. Nadie como Estados Unidos, el país que más energía despilfarra, pudo anticiparse tanto a la crisis. Muestra de esto fue que decidió invadir a Irak para apoderarse de los ricos yacimientos casi superficiales de la Mesopotamia.

Basados en la cultura del egoísmo, arriesgan los norteamericanos la vida de sus ciudadanos y la salud de su economía con tal de resolver las ganancias de las empresas petroleras al tiempo que el derroche continúa.

Otra cosa ocurre en el llamado patio trasero del Norte. Como aparente producto de la “varita de virtud” que nos describían los antiguos cuentos de hadas, Hugo Chávez convoca quince países de la cuenca del Caribe para poner el petróleo venezolano a su disposición.  Venezuela, un país rico en recursos naturales, decidió compartir sus haberes con los que menos recursos tienen. Evidentemente esta es la única manera de que esos países podrían enfrentar el caos que se avecina en los precios de los carburantes. Nuestros pueblos se beneficiarán porque se nos aumentará el crédito en la medida que se incrementen los precios de los carburantes. Mejor aún, los intereses bancarios serán disminuidos hasta el uno por ciento mientras más consumamos. Los dominicanos podríamos contar con el seguro suministro de 50 mil barriles de petróleo cada día del año. El transporte de los productos se hará a precio de costo a través de una empresa venezolana como forma de evitar la especulación así como la manipulación política de éstos, tal como se había venido haciendo desde siempre. Y como si lo anterior fuera poco, Chávez estableció que no tendríamos necesariamente que pagarle con divisas fuertes, sino que podríamos aportar pagos en naturaleza, en especie, para facilitarnos las cosas.

Imagino que los mercaderes insaciables del capitalismo pensarán que Hugo Chávez está loco porque violenta todas las normas de acumulación de capital apegándose al anticuado concepto de la solidaridad. Y es verdad. Chávez está loco. Loco de contento porque puede extender hacia los pueblos pobres de la cuenca del mar Caribe la política que practica hacia su propio pueblo, la de repartir lo que tienen, sea mucho o poco. Gracias a este gesto, recuerdo ahora las palabras que, a mediados de los años setenta, le escuché decir a un dirigente revolucionario del pueblo de Angola. “La solidaridad no se pide, ni se reclama, ni se exige. La solidaridad tiene que surgir espontáneamente de aquel que puede ofrecer algo que otros no tienen.” Y eso es lo que ha hecho Hugo Chávez a nombre de su pueblo: tomar la iniciativa para solidarizarse con sus hermanos de la región, pobres y tan pequeños que no tienen influencia notable en los mercados. Esos son los que más necesitan de la solidaridad.

El momento es propicio para comparar la solidaridad de Venezuela con las negociaciones que desarrollamos con los organismos internacionales de crédito así como con los países poderosos. ¿Aceptarían el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo los pagos en naturaleza? ¿Disminuyen ellos las deudas en la medida que el tiempo pasa? ¿Reducen alguna vez las tasas de interés? ¿Ofrecen transporte a precio de costo, sin ganancia alguna? Un solo “no” bastaría para responder estas interrogantes. Para los banqueros de los países poderosos la solidaridad no es sino una palabra que sólo encuentran en los textos religiosos que dicen observar, aunque su único dios sea el dinero. Ellos prefieren que los pueblos lleguen al punto de catástrofe humana, como en Ruanda y en Haití, para entonces ofrecer préstamos onerosos y tropas extranjeras que garanticen los pagos. Definitivamente, la cultura de la solidaridad demostrada por el presidente de Venezuela contrasta antagónicamente con la cultura del egoísmo de los países poderosos.

En lo que a los dominicanos respecta, nos complace sobremanera que nuestro Presidente, Leonel Fernández, haya asistido a esa reunión y comprometido a nuestro país en este acuerdo tan favorable. Al tanto estamos de las presiones que ejerce Estados Unidos contra todo aquel que ose vincularse de alguna manera al gobierno de la República Bolivariana de Venezuela. La presencia de Leonel en Puerto la Cruz fue un acto de valentía política que tenemos que reconocer. Y nuestro pueblo estará siempre a su lado cuando, como ahora, defienda los intereses nacionales. Confiamos en que el gobierno actual sabrá ser agradecido cuando nos toque la oportunidad de ser consecuente con ese pueblo hermano, agredido hoy por los que no quieren admitir la real independencia y la libertad de Nuestra América.

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