¡Chi l’avrebbe mai detto

¡Chi l’avrebbe mai detto

VÍCTOR G. BISONÓ P.
Es en idioma italiano una frase que denota sorpresa, incredulidad, asociada a sentimiento de admiración o decepción ante una realidad, o una verdad comprobada. Literalmente, se traduce al castellano como: ¡Quién lo hubiera dicho nunca! En el caso que deseo referir, estas fueron las espontáneas palabras de admiración del Papa Juan Pablo II cuando descubrió el hermoso espacio abovedado de estilo gótico isabelino que define la nave central de nuestra catedral primada de América.

Era la segunda visita del Papa de la Paz al país. En esa ocasión la catedral estaba en proceso de restauración. En el presbiterio los arqueólogos hacían excavaciones en busca de los restos de doña María de Toledo; las capillas laterales se consolidaban; los retablos estaban siendo cuidadosamente limpiados y devueltos a su original esplendor. Me recordó Esteban Prieto que Eugenio Pérez Montás incluso tenía montada una exposición de arquitectura vernácula de las antillas menores. El Arzobispo Metropolitano, en ese entonces Monseñor Nicolás López Rodríguez y Monseñor Hugo Eduardo Polanco Brito mostraban al pontífice polaco los sectores que estaban siendo intervenidos cuando El reparó y se detuvo en la nave central… y, la dijo!

Recuerdo que sus palabras tuvieron un efecto electrizante entre los dominicanos ítaloparlantes que lo rodeabamos. En aquel momento entrecruzamos miradas de íntima satisfacción y, después cada quien lo comentó a su modo y manera. Yo, que estuve allí invitado por el Arzobispo en mi condición de director de la desaparecida Oficina de Patrimonio Cultural, no he olvidado otras cosas que sucedieron esa tarde lluviosa del 11 de octubre de 1984. Pero varias fotografías, solicitadas en préstamo por Esteban Prieto, que hablan por si solas de ese y de otros episodios de la visita, serán supuestamente expuestas en la catedral primada con motivo de las exequias.

Ahora que el Papa viajero se ha ido para siempre, es oportuno recordar sus palabras de reconocimiento y de aliento para con los dominicanos. Sin olvidar aquellas que valorizan nuestro patrimonio histórico, artístico y monumental; de suerte que lo conservemos y lo protejamos de toda incuria y uso degradante que motive que se nos diga, ésta vez con tono y gesto decepcionante: ¡Chi l’avrebbe mai detto!

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