Chile ilumina la senda para América Latina

<p>Chile ilumina la senda para América Latina</p>

POR MARTIN WOLF
Las muertes de Augusto Pinochet y la depauperada salud de Fidel Castro marcan el final de una era para América Latina. Debemos mirar atrás, a los revolucionarios barbudos y déspotas militares, al fervor revolucionario y los sueños utópicos sin resentimiento. A pesar del recrudecido populismo de Hugo Chávez, en Venezuela y Evo Morales, en Bolivia, un estilo más sobrio de políticos democráticos están cementando su estabilidad en la región.

Este es el tema de un libro fascinante de Javier Santiso, vicedirector del centro de desarrollo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico*. “Desde su independencia”, dice, “una de las dependencias principales de América Latina ha sido su creencia en los milagros: los milagros forjados por los marxistas o los magos del libre mercado, revolucionarios y contrarrevolucionarios, sobre la base de unas pocas teorías y paradigmas grandiosos”. Existe, al contrario, “un movimiento dual de reformas económicas y transición hacia la democracia”, un movimiento hacia “la economía política de lo posible”.

En sus líneas generales, la historia que cuenta Santiso es convincente. La reforma económica -lo que significa un movimiento hacia una dependencia mayor del mercado-, sin dudas, se ha diseminado, con saltos y contratiempos, por toda la región. Se han cometido errores enormes. Pero solo el presidente Chávez, fortalecido por la riqueza que sale de los pozos de petróleo, se siente libre para ignorar los principios económicos en su totalidad.

Igualmente sorprendente es la transición a una democracia relativamente estable en la región. América Latina ha sido durante mucho tiempo una región de una inestabilidad política excepcional, con lo que se alude a cambios no de gobiernos, sino de regímenes. Durante las últimas dos décadas, sin embargo, las transferencias democráticas ordenadas del poder se han convertido en la norma.

Desde 1983, observa Santiso, “ningún presidente latinoamericano fue sacado del cargo a la fuerza por una insurrección militar”. Cuando el poder concluyó prematuramente, fue después de protestas masivas, escándalos por corrupción o procesos judiciales. Las democracias de la región suelen ser desordenadas. Pero son democracias, de todas formas

Para los socialistas románticos occidentales y los populistas latinoamericanos, el señor Castro continúa siendo una figura carismática, adorada por su bravura anti-estadounidense. Pero eso dice más de nuevo sobre la psicología de estos pueblos que sobre otra cosa. Él es un fósil. Su régimen parece qqque sea poco probable que lo sobreviva. Ni debe ser así: su dictadura ha sido brutal, responsable de las muertes de miles de opositores en los primeros años y de encarcelamiento sin juicios de miles más. Es también un fracaso económico: de esto, el embargo de Estados Unidos es una excusa, pero solo parcial. Aún así, ese embargo ha sido una idiotez. Su único valor ha sido demostrar la ineficacia de las sanciones en casi todas las circunstancias. 

Pinochet fue también un tirano brutal, responsable de la muerte de miles y el encarcelamiento y la tortura de decenas de miles, sin ser sometidos a juicio. Sin embargo, en cualquier lista de países que hayan logrado un éxito con el “posibilismo” de Santiso, Chile está en la cima. Algunos -y en n ocasiones, hasta Santiso-, quieren pretender que esto no tiene nada que ver con el régimen de Pinochet. Pero, le guste o no, este reaccionario brutal y corrupto, por razones que no están claras, sí inició reformas que establecieron las bases del éxito contemporáneo de su país. Y más sorprendente todavía, cuando perdió un referéndum en 1988, dejó el poder. Castro no ha seguido ese ejemplo.

La senda económica de Chile dista de ser llana. Después de una monstruosa inflación a comienzos de los años de 1970, y de una caída de los ingresos per cápita, que fueron las causas económicas más próximas del golpe, siguió una fuerte recuperación. Esta terminó después en una crisis financiera en 1982. La crisis chilena de los 80 fue el pie para la crisis “Tequila” de 1995, que empezó en México y, posteriormente, las crisis financieras de 1997-98. Como ha defendido Sebastián Edwards, chileno, de la Universidad de California en Los Ángeles, la combinación de un sistema financiero desregulado con una tasa de cambio fija y salarios indexados, condujo a la ruina**. La experiencia aportó muchas lecciones, que nadie aprendió hasta que fue demasiado tarde.

La excepción de esta regla deprimente fue el propio Chile, donde un movimiento renovado, pero más pragmático hacia el mercado amortiguado por las mejoras en la calidad institucional, ha convertido la economía en la estrella de la región. El producto interno bruto per cápita del país a paridad de poder adquisitivo, ahora está muy por encima de Argentina, Brasil y México. Entre 1985 y 2005, el PIB per cápita de Chile subió de 24% a 40% de los niveles de EEUU, convirtiendo este país en la excepción del récord de descenso relativo de la región en general. El alza en los ingresos reales per cápita entre 1975 y 2005 fue de 181%. Una transición suave hacia la democracia y la política responsable de los elegidos cementaron este éxito.

El récord de Chile se ha edificado sobre políticas sensatas orientadas al mercado y las buenas instituciones. De acuerdo con los índices de gobernabilidad del Banco Mundial, Chile está muy distante delante de otros países de América Latina en la calidad de sus instituciones políticas, legales y reguladoras. De igual forma, el informe “Doing Business 20072”, del Banco Mundial, sitúa a Chile en el lugar 28, en términos de facilidad para hacer negocios, con México en el puesto 43, 101 para Argentina y 121 para Brasil. Moody´s califica la deuda chilena en A2. Y hasta México languidece con un Baa1.

La era de los déspotas ha terminado. Pero el éxito del régimen democrático no está asegurado. Al final, la estabilidad de la democracia depende del éxito económico abarcador, que hasta ahora ha sido demasiado escaso. Los países latinoamericanos siguen siendo vulnerables a la veleidad de los mercados mundiales de materias primas y financieros. La economía interna y las fallas sociales siguen siendo profundas. El ascenso de China ha sido una bendición para los exportadores de materias primas, pero también ha exprimido la manufactura de tecnología baja y media de la región entre los molinos más bajos de Asia y los más desarrollados de los países desarrollados.

En respuesta, América Latina tiene que mejorar sus instituciones, hacer más flexibles sus mercados, elevar los niveles de educación, construir capacidad tecnológica y esparcir los beneficios del crecimiento. EEUU no puede aportar la base institucional que la Unión Europea le ofrece a sus nuevos ingresos. Pero sí puede dejar libres a los países latinoamericanos para que desarrollen sus propios experimentos. Los países de América Latina tienen que encontrar su propio camino. Pero tienen en el Chile contemporáneo algo precioso: un buen ejemplo. (Trad. IPC)

*Latin America’s Political Economy of the Possible: Beyond  Good Revolutionaries and Free-Marketeers, MIT Press, 2006; ** Stabilization with Liberalization, Economic Development and Cultural Change, enero de 1985.

VERSION: IVAN PEREZ CARRION

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