Chile, también en el corazón

<p>Chile, también en el corazón</p>

AMPARO CHANTADA
Pinochet también era mortal y por fin lo demostró. Se fue no con humildad con arrogancia y como un verdadero caudillo no quiso nunca reconocer su responsabilidad en la interrupción de un proceso político, que desde Francia, toda la gente de izquierda observaba porque se identificaba con la llegada al Poder, por medio de las elecciones, de una izquierda, plural y entusiasta. Nunca, desde la Guerra de España, se había dado un proceso similar.

Por esos motivos, franceses y españoles estábamos ese día triste del 11 de septiembre de 1973, Plaza de la Concordia, protestando por la brutal traición de un general que había violentado la idea insólita de que el ejército chileno no se metía en asuntos de política. Cruel error, que le costaría la vida, la muerte al Dr. Salvador Allende, admirado en todos los círculos políticos en Europa.

Esa noche del 11 de septiembre fue interminable en las calles de París, el pueblo quería demostrarle al pueblo chileno su solidaridad y en los famosos Campos Elíseos una marea humana bloqueó e interrumpió la noche entera el tránsito, cantando las canciones de Víctor Jara, de Violeta Parra y Quilapayun. Recuerdan “el pueblo unido jamás será vencido”.

La policía no pudo contener la marea humana, ni los gases lacrimógenos, ni las sirenas, ni las macanas pudieron disolver la marcha, mi padre Enrique estaba con los viejos españoles republicanos de Comisiones Obreras alante, sus tres hijas atrás como miembras activas de la izquierda francesa y otra hija, andaba atrás, con los grupos ultra izquierdistas, trotskistas, maoístas, vociferando contra la izquierda chilena que responsabilizaban por el golpe exitoso de las hordas fascistas en Chile. Las mismas discusiones de siempre, una izquierda que quería quemar etapas, otra que entendía que no se podía por no sopesar con justeza el poder conspirativo de la jerarquía militar chilena, otros que abogaban por la guerrilla urbana.

En las células del Partido Comunista Francés, se discutía más de los acontecimientos de Chile que los de Francia: la huelga de los camioneros, de los mineros, la nacionalización del cobre, el papel de la CIA, de la multinacional I.T.T. conspiradora, del papel del M.I.R. y la debilidad de un presidente que había llegado con un frágil 33 % de los votos y no quería armar al pueblo.

La noche del 11 de septiembre la juventud francesa penetro en la embajada chilena, cuyo embajador como siempre, titubeaba, ya se sabia que el embajador francés en Santiago de Chile era un héroe. Había abierto las puertas de la embajada francesa y se comportaba como un autentico seguidor de Charles de Gaulle, decidido y solidario, todo el que pudo encontró asilo esa noche en la digna embajada del pueblo francés.

Nosotros, en París, debíamos estar a la altura. Se entró en la embajada, se saqueó los archivos, se destruyó mobiliario y equipamientos diversos con una hazaña a la altura de la indignación. La policía no pudo nada contra nosotros.

No se podía hacer más nada para demostrar al pueblo chileno la solidaridad, como Francia lo había hecho en 1939 con nosotros, españoles, republicanos, comunistas, anarquistas, socialistas, Francia se organizó para recibir los exiliados.

Se creó Francia Tierra de Asilo y desde 1973, humildes franceses, como yo, enrolados por Henri Curiel, ese extraordinario fundador del grupo clandestino Solidaridad, nos dedicamos a orientar el flujo incontenible de chilenos que pedían asilo político, a los montoneros de Uruguay, a la juventud argentina perseguida por los generales, dignos émulos de Pinochet, los de Bolivia, los de México, llegaron también, a todos le buscamos trabajo, le dimos papeles de estadía, los inscribimos a la Universidad, le dimos apartamentos, se agrupó las familias dispersas, se le dieron clases de francés, se hizo todo lo que se pudo para demostrar al valiente pueblo chileno y latinoamericano que Francia los tenía en el corazón, como Pablo Neruda tuvo España en 1936. Los médicos y el personal paramédico tenían tan buen nivel de formación, que a ellos, se le reconoció su titulo. También a Chonchol, y a otros intelectuales chilenos.

Hoy de nuevo, el pueblo chileno tiene la oportunidad de ver al mundo solidario con el, atento al sufrimiento digno de Michelle Bachelet, al recuerdo del martirio de Víctor Jara, al entierro de Pablo Neruda. Cuántos recuerdos, cuánta nostalgia de una época donde se sabía asumir posiciones.

Ironía de la vida: El embajador francés en Chile, fue reconocido y terminó su carrera diplomática en Islandia. Nunca se supo si su traslado significo un ascenso o un castigo. Pero hoy lo recuerdo por su dignidad como recordamos a todos los chilenos encarcelados en el famoso Estadio.

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