Hay, cuando menos, dos grandes verdades en la situación mundial frente al cambio climático. La primera es que, hoy por hoy, China es el principal emisor de gases de efecto invernadero, 25%, seguida por EEUU, 14%; la segunda, el hecho indiscutible que las economías avanzadas han sido las grandes responsables del daño causado al medio ambiente por mas de 200 años. Después de impulsar su desarrollo comenzaron a introducir acciones de mitigación a la agresividad a la naturaleza, pero intentan que China sacrifique su ritmo de desarrollo y anticipe acciones que, efectivamente, moderarían su veloz desarrollo alejando el momento, ineludible, de recibir la medalla de oro como la economía más grande del planeta.
Comoquiera, China está consciente de su responsabilidad y toma medidas audaces. En su intervención en la sesión de la ONU por su 75 Aniversario en 2020, el presidente Xin Jinping anunció una “revolución verde” dirigida a fomentar una economía “amistosa” con el medio ambiente. Posteriormente, para la conferencia medioambiental COP26 de 2021, Beijing presentó compromisos climáticos concretos para alcanzar un pico de emisiones en 2030 y lograr la neutralidad en carbono antes 2060. En ese camino incrementará el uso de combustibles no fósiles al 25% aumentando la capacidad instalada de energía solar y eólica, de las que ya es líder global, a 1200 millones de kilowatts en 2030 y llevar a 6 mil millones de metros cúbicos su reserva forestal. Así, reduciría en más del 65% sus emisiones de CO2 con relación al PIB con respecto a 2005. Una ruta que conlleva necesariamente grandes sacrificios.
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Hace dos meses China publicó su Estrategia de Adaptación al Cambio Climático 2035 con un plan de trabajo que le permitirá alcanzar la meta con la capacidad de ser “resistente al clima” ante el hecho de que ya, por el planeta se sienten y sufren las consecuencias del cambio climático, basta observar los noticieros que presentan un mundo que, por un lado, se quema y por otro se ahoga. En China las acciones van en dos direcciones: frenar la contaminación y, paralelamente, instrumentar medidas de contención de los efectos del daño ambiental. Algunas de ellas son verdaderas monumentales infraestructuras como el transvase de ríos hacia zonas muy secas.
A la vez, China recuerda a las grandes economías, tan quisquillosas con ella, que sus deberes no han terminado y deben apoyar al mundo en desarrollo para que puedan adoptar medidas de contención ambientales. Es su deuda y responsabilidad histórica.