En un futuro no muy lejano, la mayoría de autos que se venderán en el mundo serán eléctricos, y igual de seguro es que su gran mayoría serán comercializados en China.
Y eso por una simple cuestión de volumen, ya que en 2016 en el país asiático se matricularon 28,3 millones de vehículos, cerca del 30% de la producción mundial. Para lograr tan extraordinario desarrollo automovilístico, en 1994 China obligaba a que los fabricantes internacionales constituyeran ‘joint venture’ con empresas locales sin tener que pagar royaltis para la tecnología y donde el control de las nuevas empresas debía de ser gubernamental. Desde entonces el mercado de los autos en ese país se desarrollo tanto para convertirse en el número uno al mundo.

Las exenciones de estas normas podría ahora decaer con las facilidades que China piensa dar a la motorización eléctrica, facilidades que entrarían en vigor ya el año próximo.

Hasta ahora la evolución del automóvil local resultaba indispensable con los automóviles convencionales. Pero la exigencia del gobierno de producir autos no contaminantes, ha experimentado una lenta evolución de las marcas locales que hasta ahora se han interesado de evolucionar menos; preocupándose más en ganar mercado con autos poco avanzado y muy baratos. Sin embargo, la tecnología eléctrica será fundamental, sobre todo con las baterías, un terreno donde las firmas chinas sí son más competentes. Por lo cual, no es tan necesario crear esas barreras de entrada al negocio.

Sin embargo, las cifras de ventas logradas con los autos eléctricos no cumplen los objetivos marcados por las autoridades. Se pretende que en 2018 los modelos eléctricos o híbridos supongan el 8% de total. El año pasado los 503.000 vehículos a pilas que se vendieron apenas representaron el 2% del total, que equivalen a casi la mitad de las matriculaciones mundiales de vehículos con enchufe. El objetivo para el 2025 es llegar a los cinco millones. Por supuesto, las marcas occidentales quieren participar el el festín.