Sin embargo, fue inevitable el cruce de sables y dardos
Momento esperado y necesario: el primer encuentro chino-norteamericano durante la administración Biden. Al mundo le urge que los dos grandes colosos de nuestra época, uno esmerándose en coger brillo y otro insistiendo en erosionarse, se entiendan y resuelvan sus problemas con diplomacia y respeto.
Sin embargo, fue inevitable el cruce de sables y dardos. La delegación estadounidense, cautiva aún de la era Trump y sus acusaciones a Biden de “débil y socialista”, quería demostrar, especialmente a su público, firmeza con el “enemigo” de turno. La diatriba contra China no sorprendió pero la respuesta de Beijing demostró, a incrédulos, que el mundo cambió.
Se sabía que EEUU criticaría sobre Hong Kong –que China no permita una actitud independentista atizada y orquestada desde afuera, las pruebas son explícitas-; la “agresividad” sobre Taiwán, pretendiendo ignorar que Washington inició, bajo Trump, y Biden no ha corregido, la violación del compromiso explícito y contractual de reconocer que Taiwán es parte de China. EEUU tiene en su mano evitar la guerra en el Estrecho de Taiwán, desalentando, y no estimulando subrepticiamente, una proclamación de independencia que significaría la guerra y ellos lo saben. Son líneas rojas infranqueables para China.
El inevitable tema de moda, los uigures en “campos de concentración” solo conocidos por testimonios de quienes, sin explicar cómo, escaparon y salieron al exterior. Hablan y desaparecen.
Busco sin encontrar una sola denuncia de donde están esos campamentos. Señálenlos y reclamen una visita internacional. Beijing ha invitado a la Unión Europea a visitar la provincia sin recibir respuesta haciendo pensar que temen perder el argumento.
Después del ataque estadounidense rompiendo protocolos e ignorando principios diplomáticos esenciales del anfitrión, China fue contundente: Washington “no representa al mundo.
Solo representa al Gobierno de Estados Unidos. No creo que la inmensa mayoría de los países del mundo reconozcan que los valores universales que defiende EE UU, o la opinión de EE UU, representen la opinión pública internacional”, agregando que “Estados Unidos utiliza su fuerza militar y hegemonía financiera para ejercer su jurisdicción a larga distancia y reprimir a otros países”.
Evidentemente, el show mediático resultó inconveniente, por lo que portavoces calificaron la reacción china de “teatralidad” pretendiendo ignorar que la “puesta en escena” fue norteamericana. Las conversaciones fuera de cámaras tomaron su cauce y al final sendas delegaciones las consideraron “francas y sustanciosas”. EEUU “lanzó” la primera piedra pero no está “libre de culpas” y tiene tejado de vidrio.
Al menos ahora sabe que esperar.
Se quejó de “presiones económicas” chinas contra aliados. Insólito pero cierto; alegato del país que aplica sanciones y amenazas contra Cuba, Venezuela, Corea del Norte, Irán, para rendirlos por hambre por objetivos políticos.
Esas son violaciones a los derechos humanos, criterio al que recurrió cuando se negó a sancionar a la Sudáfrica racista. Washington no aprende que la política de sanciones no da beneficios pero daña su imagen.
El mundo cambió irremediablemente y seguirá cambiando de manera más o menos amarga para EEUU dependiendo que lo enfoque objetivamente. EEUU inevitablemente necesita a China; Beijing necesita a EEUU y el mundo necesita que China y EEUU cooperen y resuelvan diferencias respetando los intereses recíprocos y los problemas internos de cada cual.