Aunque Joe Biden se da en el pecho ante Xi Jinping y le asegura que EEUU no quiere “detener” a China, las incesantes prohibiciones de suministro de chips a Beijing le crean problemas a la potencia asiática.
Emulando a Trump y su estéril guerra arancelaria, Biden ha desatado la “guerra de los chips”. Pero donde “las dan las toman”, dice un viejo refrán, y al igual que Trump cogía “pataletas” cuando China le daba la misma medicina, Biden, renuente a aprender por cabeza ajena, se irrita cuando China, dispuesta a no asimilar vejaciones, “huye hacia delante” determinada a hacer pagar cualquier afrenta.
Washington esquiva competir con quien percibe como un adversario imponente y recurre a fórmulas extraeconómicas bajo el pretexto de “seguridad nacional” prohibiendo el suministro de chips de uso en alta tecnología pretendiendo frenar a China. Desde 2019 se le han aplicado más de 15 restricciones o sanciones. En el Capitolio debieran recordar que en 2011 prohibieron el suministro a Beijing de recursos utilizables para su exploración espacial. Hoy, con recursos autóctonos, China tiene una estación espacial en órbita.
Hay políticos occidentales que sufren ante el espectacular desarrollo que ha tenido la industria china de alta tecnología en la última década, componentes esenciales de una Cuarta Revolución Industrial donde esas tecnologías constituyen el “núcleo del poder mundial en el siglo XXI”. Cooperar mas que confrontar tendría un excepcional efecto universal. Un monopolio de tecnologías solo sirve para buscar hegemonismos.
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La industria de semiconductores china es dependiente de equipamiento foráneo por lo que la conciliación de Países Bajos, Japón y Corea del Sur con EEUU, países líderes en el sector, compulsa a China a buscar alternativas.
De momento, Beijing ha prohibido la exportación de galio y germanio, dos metales fundamentales en la producción de semiconductores para múltiples sectores y domina ese mercado como el de otros metales esenciales tales como el selenio, el telurio, el indio y el bismuto, indispensables en la producción de equipos de energía solar, artículos farmacéuticos y televisores de pantalla plana. Controla además el mercado de las fundamentales “tierras raras”.
China cuenta con otros recursos estratégicos para su desarrollo: liderazgo científico con más de 6 millones de investigadores, capacidad de innovación y vasto financiamiento y todo lo pone en función de salir adelante. Mas temprano que tarde China producirá sus propios chips. No hay nada escondido entre el Sol y la Tierra.