China Nacionalista a la ONU

China Nacionalista a la ONU

PEDRO GIL ITURBIDES
Amigos de la China Nacionalista celebran mañana manifestaciones en varias ciudades de Estados Unidos de Norteamérica. Tienen el propósito de llamar la atención de la asamblea general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) hacia un acto de injusticia perpetrado treinta y cinco años atrás.

Entonces la política exterior estadounidense buscaba superar el trauma de Vietnam. China Roja era, al mismo tiempo, un obstáculo y un puente en ese camino.

En interés de que fuese lo segundo, el Departamento de Estado propulsó la expulsión de los chinos nacionalistas del seno de la ONU.

Al apadrinar este paso daban cabida a los chinos comunistas en el seno del organismo mundial.

La estrategia de Henry Kissinger probó su acierto en el sentido de que atemperó el radicalismo del régimen de Peiping. Con este paso, además, se conquistó un inmenso mercado de trabajadores a tres centavos de dólar por hora en su mejor momento.

Los chinos comunistas, ciertamente se aquietaron. Dejaron de enviar dinero a los grupos radicales de naciones de menor desarrollo relativo. Abrieron ese enorme mercado de mano de obra barata a la inversión estadounidense.

Decidieron establecer políticas de mercado libre mientras la retórica oficial mantenía fidelidad al marxismo leninismo. Pero Kissinger, demasiado pragmático, había aplastado a la China Nacionalista.

Como siempre, la política exterior de Estados Unidos de Norteamérica sacrificó al gobierno de un país que le era adicto, en aras de reducir diferencias con un gobierno contradictor. República Dominicana se encuentra entre los gobiernos que mantuvieron su voto para que este sacrificio no condujese a la expulsión de China Nacionalista de la ONU.

Mas este voto y el de muchos otros gobiernos como el nuestro no contaron para mucho en el organismo mundial.

Un tercio de siglo más tarde se hace evidente la aberración de aquel paso.

El organismo mundial acoge muchos otros nuevos países que resultan de la fragmentación de antiguas naciones. Mantener a China Nacionalista al margen de la membresía del organismo mundial, por ende, es un absurdo. Es verdad, por supuesto, que el paso de 1971 devino en ganancias inimaginables para inversionistas estadounidenses. Los chinos continentales también han obtenido ganancias en esta relación, al lograr crecimientos económicos extraordinarios. Por supuesto, el crecimiento, como en muchos otros pueblos, no es “per cápita”. Se concentra donde siempre se concentra.

China Nacionalista además, mantiene políticas de asistencia técnica y financiera, reembolsable y no reembolsable, hacia muchos pueblos y gobiernos de todo el orbe. El objetivo de promover la paz a través de la cooperación, propio de la ONU, constituye eje de la política exterior de los chinos nacionalistas. Es por tanto un absurdo incalificable, mantener alejado del seno del organismo mundial a un país que cumple tan significativamente con las metas que hicieron necesaria a la ONU: La China Nacionalista no renunció a su posición en el seno del organismo mundial. No fue expulsado del mismo como resultado del quebrantamiento de normas y principios sostenidos quebradizamente por la ONU.

Su exclusión resultó de la necesidad de una gran potencia por resolver problemas de políticas internas derivados de erráticas decisiones en su política exterior. El sólo hecho de que Occidente se hubiere plegado a esta decisión es un yerro que debe superarse para que la ONU pueda decir que pregona y practica la justicia social internacional.

Hay, por supuesto, una grave dificultad. En los días en que la guerra fría era tibia, Estados Unidos de Norteamérica sostenía que China Nacionalista era China. Los chinos nacionalistas, henchidos de orgullo nacionalista, adoptaron este predicamento. Hoy día, cuando la China Comunista casi ha dejado de serlo para ser China y nada más, la política exterior de Peiping proclama que el archipiélago de Formosa es una provincia china. China Nacionalista, a su vez, sin desdecir de las proclamas del ayer, se llama Taiwán. De hecho, sus nacionales prefieren se les denomine taiwaneses.

Pero este es el enredo que la ONU debe desenredar. Para que impere la justicia. Porque ciertamente, China Nacionalista, o mejor dicho, Taiwán, debe volver al seno de las Naciones Unidas. Si mi voto contase en la asamblea general de la ONU, lo otorgaría a las dos resoluciones encaminadas a producir ese retorno de un pueblo próspero y trabajador, al seno del organismo mundial.  Pero, por supuesto, mi voto no existe y como resultado, no cuenta. Pero si cuenta el del Gobierno Dominicano, que debe volcarse por esta reincorporación de Taiwán a la ONU.

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