Cada día se evidencia con fuerza el interés estratégico de China en América Latina y el Caribe, de manera que ha alterado profundamente la realidad geoeconómica de la región lo que está teniendo impacto altamente sensitivo en la geopolítica continental. Lo que una vez fue el patio trasero de los Estados Unidos ha ido perdiendo progresiva e intensamente esa condición a pesar de la inmediatez geográfica estadounidense.
El presidente chino Xi Jinping, en dos años que lleva en el poder, ha visitado en dos ocasiones el continente. El pasado año se explayó en visitas a Argentina, Brasil, Cuba y Venezuela. Hace solo semanas acogió en Beijing una Cumbre de la CELAC, entiéndase de 33 naciones del Hemisferio descontando a EE. UU. y Canadá.
Entre 2000 y 2013 el protagonismo chino en la región ha crecido de manera espectacular, escalando el flujo comercial bi – direccional desde 12 mil hasta 275 mil millones; significa una multiplicación por 22 en tanto con el resto del mundo el comercio latinoamericano creció sólo tres veces. En 2014, preliminarmente, el comercio bilateral pudo estar por los 250 mil millones. Para la ONU, en 2016 China desplazará a la Unión Europea como segundo socio de la región y, según fuentes chinas, en 15 años superaría a EE.UU. como primer socio comercial. Téngase en cuenta que China siempre ha acortado los pronósticos. El gigante asiático es ya el principal socio comercial de Brasil, Chile y Perú, y el segundo de Argentina, Venezuela y México; y sigue sumando. Pretende llegar a un nivel de intercambio comercial de 500 mil millones de dólares. Es creciente la importancia de América Latina y el Caribe como destino de productos chinos incluyendo dos millones de sus autos Chery, Foton, Geely y Yangtze que ya transitan por Brasil, Colombia, Venezuela, Perú y Argentina.
El gobierno chino anunció planes de inversión en América latina y el Caribe del orden de los 250 mil millones en diez años. Mientras que hasta hace poco las inversiones se orientaban hacia el comercio y los recursos naturales, las mismas ahora tienen un sesgo que apunta más a infraestructuras con participación de empresas chinas. Una gran atención prestan al sector minero y energético con financiamiento a proyectos de explotación, construcción de varias centrales eléctricas y sistemas ferroviarios en Argentina y un tren interoceánico atravesando Brasil y Perú y posiblemente tocando a Bolivia. No obstante, China seguirá adquiriendo materias primas y priorizará la creación de empresas conjuntas en el sector agroalimentario.
El potencial agroalimentario latinoamericano resulta estratégico para China, la que con el 22% de la población mundial y expansiva urbanización poseyendo solo un 7% de tierra cultivable y solo el 6% del potencial hídrico mundial necesita alimentar una población de 1,400 millones de personas con creciente poder adquisitivo, de los que más de 600 millones entraron a clase media. Para América Latina sigue siendo una oportunidad excepcional – aún no aprovechada cabalmente – para transformar su estructura económica.