China y la reunificación con Taiwán

China y la reunificación con Taiwán

UBI RIVAS
Debo de insistir, nueva vez, que la reunificación de China continental con Taiwán, a quien Pekín estigmatiza como «la provincia rebelde de ultramar», advendrá a lo sumo en un lustro, probablemente en menos tiempo.

Esa óptica, que es de dominio universal, sobre todo por diplomáticos experimentados, periodistas, sociólogos, politólogos, tratadistas, cientistas, futurólogos inclusive, permite apreciar que la reunificación inexorable se producirá con la suavidad de un descenso en paracaídas, y a la inversa del despegue de un avión de caza Harrier.

Esto así, considerando que en el mundo nunca ha existido un movimiento patriótico en favor de ninguna nacionalidad, y simplemente lo que ha intervenido ó interactuado, son intereses económicos y el aserto no admite discusión porque puede derivar en reproches y autocensuras.

Así, el generalísimo Chiang Kai-shek no abandona el territorio continental de China en 1949 para fundar una República Nacionalista China en Taiwán por apelativos patrióticos, sino simplemente porque Chiang no era comunista, era un ferviente creyente de la libre empresa, de la pluralidad económica, no política, y en eso él y sus conciudadanos estuvieron claros desde siempre. El generalísimo sabía que con el oro que había trasegado sigilosamente del Banco Central de China hacia Taiwán y con el respaldo de los Estados Unidos, con absoluta seguridad podría iniciar un proceso de desarrollo económico como 56 años después ha demostrado ser la ROC, siglas en inglés de la República de China en Taiwán, el 24 polo de desarrollo planetario.

Los apelativos económicos siguen gravitando decisivamente en la reunificación del continente con los «hermanos rebeldes de ultramar», atendiendo el caudal de las inversiones taiwanesas en el continente que rebasan los US$250 mil mm y la réplica de Sillicon Valley que los taiwaneses han cimentado en los suburbios de Shangai, la gran urbe china que amó Vicky Baun y que también cautivó a Edgar Snow.

Es por eso que resulta risible el que Taipei incurra en invertir US$20 mil mm en adquisición de armas que no se usarán nunca en nada y que más bien tienen una única interpretación lógica en la factura que pasa Washington por haber garantizado durante todo ese tiempo al bastión nacionalista de Chiang, la segunda referencia histórica de una economía emergente en Asia luego de la II Guerra Mundial, solo detrás de Japón, que no es poco decir.

Reflota, empero, un solo temor real en el ROC respecto a la reunificación y es la forma en que la Ciudad Prohibida administrará el status político de Taiwán una vez que produzca la inevitable fusión, es decir, el mantenimiento o la sofocación de la democracia, la cual Taipei ha exhibido en apenas 15 años de los 56 que tiene de fundada, manteniendo todo el decursar de 41 años, en situación o estado de excepción, pero que aunque padecieron todo ese tiempo en esa condición, luego de saborear las mieles de la libertad, son renuentes a retroceder o anular esa prerrogativa seductora.

Pero los temores de la ROC en cuanto a los apelativos políticos más bien deben apreciarse mejor y más profunda en la versión continental y el peligro que supone la práctica de la pluraridad política y de libre empresa que irradia la ROC.

Es por ese litoral, es el parecer del suscrito, por donde podría producirse inducido por el contagio, el retorno al viejo sistema en el continente por el cual Chiang preguntó en cuanto a la economía, aventado hoy por los vientos de fronda de la disidencia política.

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