Chips gallegas, chips coreanos…

Chips gallegas, chips coreanos…

Madrid.- Como saben ustedes perfectamente, nuestro estilo de vida actual sería imposible si no se hubieran inventado esos dispositivos a los que llamamos chips, fundamentales para el arsenal de aparatos electrónicos que nos facilitan y nos complican la vida.

Recordemos lo que dice el Diccionario: un chip es una “pequeña pieza de material semiconductor que contiene múltiples circuitos integrados con los que se realizan numerosas funciones en computadoras y dispositivos electrónicos”.

Electrónica. Como es bien sabido, los gigantes en este terreno son, además de los Estados Unidos, países de Extremo Oriente como Japón y Corea del Sur. Y ha sido esta última, concretamente su capital, Seúl, la que se ha visto invadida por unos ‘chips’ muy distintos, que causaron sensación entre sus habitantes y protagonizaron un espectacular fenómeno comercial.

Antes de la revolución electrónica, los ingleses llamaban ‘chips’ a lo que los hispanohablantes llamábamos precisamente papas fritas a la inglesa, que curiosamente no son las que acompañan los trozos de pescado frito en los cucuruchos de ‘fish and chips’, sino esas maravillosas, doradas y crujientes papas fritas, finas como una oblea, que solemos tomar un tanto displicentes, pero con indudable placer, a la hora del aperitivo.

Bien, pues lo mismo que Corea del Sur tiene fama por su industria electrónica, por sus chips, Galicia la tiene, al menos en España, por la calidad de sus papas. Y de su marisco, pero eso no hace hoy al caso.

Una empresa gallega, de La Coruña, que responde al curioso nombre de “Bonilla a la vista”, de divertida pero demasiado larga historia, que conquistó el paladar de mis conciudadanos elaborando unos churros inigualables, decidió hace algunos años ampliar su actividad a las papas fritas. A las ‘chips’.

Papas gallegas de primera calidad, fritas en aceite de oliva que se renueva cada pocas tandas; las ‘chips’ se someten a inspección visual, ya que no solo deben estar crujientes, con el punto justo de sal, sino que deben tener un bonito aspecto, bien amarillas, sin rastros verdosos ni mucho menos tonos marrones, quemados. Las que pasan el examen se envasan en bolsas o en botes y pasan al circuito comercial.
Ampliando mercados poco a poco, sus chips llegaron a Seúl.

Se hizo una breve campaña de promoción… y el primer día de venta, todo el material importado, varios miles de botes, se agotó en dos horas.

Ya ven qué cosas: las ‘chips’ del Finisterre europeo conquistaron a los reyes de los chips del País de la Mañana Tranquila, que tal es el poético nombre que los coreanos dan a su país.

Unas buenas papas fritas a la inglesa son el complemento perfecto del aperitivo; como dirían los clásicos, per se, o sea, ellas solitas, o per accidens, como compañía de algo, más bien como soporte de algo: una porción de ensaladilla rusa tiene su ‘cuchara’ perfecta en una buena papa frita.

Y ahora que está de moda mojar, aunque los cursis impenitentes digan ‘dipear’, las papas fritas a la inglesa son la herramienta perfecta, con su toque salado.

Lo malo es que mientras usted disfruta de sus chips en el aperitivo será muy fácil que los otros chips que lleva usted encima se lo arruinen: una llamada inoportuna a su celular acaba con la magia del momento: está usted tan a gustito en una terraza al sol, con una cerveza bien fresquita, unas papas fritas a la inglesa… y ese tipo tenía que llamar justo ahora.

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