Chiqui Vicioso – Bartolomé de las casas y el tránsito de Venus

Chiqui Vicioso – Bartolomé de las casas y el tránsito de Venus

Era 8 de junio y por sexta vez, en 486 años, Venus se interponía entre el sol y la tierra, sombreando con un pequeño círculo la avasallante luminosidad del desamor.

Curioso que Venus escogiera el 8 de junio del 2004 para realizar la hazaña de fomentar la compasión entre hombres y mujeres y que su tránsito abarcara al Parque Bartolomé Colón. Un estacionamiento que antes fue una de las más bellas plazas de la Ciudad Primada de América.

Cementerio de árboles bajo cuya sombra se refugiaban los jóvenes amantes de la Corte, voces enclaustradas bajo el asfalto, risas infantiles, malabares de vendedores de conconetes o canquiñas de coco, memoria del roce de la falda y del refajo, relato de los pies, botines que poco a poco dieron paso a la sandalia, el Parque Bartolomé de las Casas es hoy un «parqueo» donde cada martes la risa ha de regresar en medio de los insultos, el odio a destiempo, el abuso sexual, verbal y físico de la niñez de la calle.

Literalmente armados con sus latas, los niños limpiavidrios y limpiabotas de la zona colonial reaccionan frente al roce de sus compañeritos con violencia inusitada. Han aprendido a desconfiar de toda cercanía, de todo gesto de aparente bondad tras el cual se esconde la mano pervertida, el hombre en la máxima expresión de su animalidad.

Como lagartijas, saltan el cuello del compañero que le toca sin querer o queriendo, confinados a una sillita donde impacientes se remueven, tentados por la promesa de un plato de comida, o un vaso de refresco, hambre o domesticación o viceversa.

Uniformados, los otros niños, los que se salvaron, quienes les visitan desde la Mansión, en San José de Ocoa, donde viven, les cuentan como tienen un techo bajo el cual dormir, una cama, un lugar donde asearse, comida. Aire, río, campo.

Es el, programa DIGFARCIN de las Fuerzas Armadas, que coordina el Coronel Payán Areché, un hombre tierno, lleno de humor y que ha ido aprendiendo a acercarse a la más desamparada de toda la niñez: la de la calle. Y es una iniciativa conjunta a la SEREX, CONANI, POLITUR y Casa de Teatro, para crear un espacio amigo de la niñez en la desalmada desnudez de la Zona Colonial.

Dolly, armada de palitos de helado con los que construye casitas de colores, con enredaderas de flores secas de coco, la artesana Dolly Padua ayuda los niños a construir la casita de sus sueños. En algunas, la nitidez de los colores y su combinación muestran que el daño a la psiquis aún es reversible, porque por encima de la violencia se impone el color. Otras, evidencian el desorden del espíritu, en la incapacidad para dibujar una puerta o una ventana, lo cual demuestra que llegamos tarde a la vida de estos niños.

«Pónmele bolitas azules en esa tabla. Escríbemele «Te amo, Julissa».

)Quién es Julissa?

«Es mi novia»

«A la mía pónmele una cruz, y pónle para mi mamá»…

«Y al mío ponle mi nombre»

)Cómo te llamas?

«Chulito»

)Chulito?

Si (dice otro), porque él es el que busca las muchachitas…

(No quiero escuchar)

Tu nombre (insisto)…

Juan José Féliz Sánchez…

)Féliz Sánchez?

Si, como el que corre…

)Familia tuya?

Ojalá…

Afuera se arma el corre corre, El limpiavidrios con la lata se ha armado de piedras y de una botella de Coca-Cola para romperle la cabeza al muchacho tranquilo que lo agarró por el cuello cuando sin querer lo ha tocado…

Niños, dice Dolly, con más experiencia de la calle: Dejen las piedras y las botellas y fájense a los puños.

Joel observa todo con sus horrorizados ojos inocentes. )Venus?

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