La fuerza y el combate de los egos deja un amargo que ni con un saco de azúcar se quita. Hay que aprender a ceder y más si es por el bien de una entidad. Todos queremos lo mejor para la Sinfónica Nacional.

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La directora del Teatro Nacional informa que hará respetar la puntualidad en el horario de entrada de los espectáculos en las diferentes salas, lo cual será beneficioso para los artistas, productores y el público. Así se hace, quien llegue tarde que no entre.

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La hora de inicio en el Teatro Nacional es a las 8:30 de la noche, ni un minuto más tarde. Por favor lleguen temprano, sean respetuosos.

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Y la periodista Cristina Liriano no está por dejarse opacar de ninguna colega que crea que es la «matatana de la matica sin hojas». Ella, con swing de diva, mirada de poeta y pasos de alfombra roja, no se da por nadie. Orgullo contra cabellera.

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Por aquí está la periodista Lydia Lozano, quien enfrenta una demanda del cantante italiano Al Bano. Ella aceptó que se equivocó, que «los informantes» la engañaron. Pide perdón al padre de Ylenia Carrisi.

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El caso en toda España se comenta. Lo que no entendemos es, que si Lydia pidió disculpas, por qué sigue investigando. ¿Con qué viene ahora?

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Muchos merengueros tendrán que reorientar su oferta musical, porque con temitas insulsos no van para ningún lado. Hace falta buena lírica y modernos arreglos. Claro está, una excelente interpretación.

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Lo que había logrado el género se ha ido perdiendo por altas tarifas, pobres propuestas y una notoria falta de creatividad. El Jeffrey dizque vino a salvar el merengue, pero él ha ido bajando.

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Otro que repite lo mismo es Ramón Orlando, pero tampoco ha vuelto a pegar como cuando surgió con La Internacional. Con «El venao» sonó bastante, aunque a un alto costo de caer en temas sin ningún aporte.

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Por ese «condenao venao» se armaron peleas y una mujer perdió la vida. ¿Se arrepintió el hermano? Él dice que es cristiano.