Por fin Mildred de la Mota recibirá lo que le pertenece y que había dejado en el Bar del Teatro Nacional. Hoy se reúne con el secretario de Cultura, José Rafael Lantigua. ¡Enhorabuena!
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Los que viven del cuento y tienen como excusa pedir dinero, no se conforman con presentar recetas médicas, decir que los hijos están sin leche, que la abuelita necesita cambiar los lentes, que la mujer está en operación o que la tía hay que mandarla para el campo. Ahora piden también para supuestamente comprar tarjetas telefónicas.
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Dame un cien o como poco un sesenta, porque se me acabaron los minutos de la tarjeta y debo llamar a mi jefe, es lo que algunos bárbaros dicen.
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Otros se hacen la idea de que quincenalmente deben recibir una buena cantidad. Son fijos diciendo vine a buscar lo mío.
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Es de mal gusto escuchar sonar un celular, de esos que los dueños le ponen trozos de temas musicales. El otro día en una funeraria no se escuchaba tanto los gritos de los familiares del muerto, sino pásame la botella, que quiero ber- ber en nombre de ella. Todas las miradas de reproche fueron para la dueña del móvil.
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Así fue en una iglesia. Un gracioso que gozaba cada vez que le sonaba el celular, porque los presentes lo miraban y le hacían señas. Ese tiene una culebra, una culebra; dame la culebrita, dame la culebrita.
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No sé ustedes, pero creemos que es medio chopo abusar con los sonidos musicales de los teléfonos, especialmente cuando suenan en los lugares donde no deben.