Casi muere, está grave, pero revisa los logros y los fracasos. En su agonía nota cómo los políticos siguen polemizando, cómo muchos choferes del transporte público irrespetan las leyes, qué hacen los ladrones y cómo hay pánico por los impuestos.

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Con frío por la cercanía de la muerte, pasa balance de la cantidad de cables eléctricos que se robaron de las Américas, de los puentes, de muchas calles y carreteras. Casi cerrando los ojos descubre que este país es una “vaina”.

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Sin la fuerza de su juventud se tambalea al pasar lista de los abusos cometidos por bárbaros  a niños y niñas.

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No quiere morir, pero lo único seguro que tiene es precisamente la muerte. Ni el médico chino lo salva. Al enterarse de la aprobación de la “rectificación fiscal” se le aceleró el corazón.

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La alta tarifa de lo poco de luz que recibe el pueblo lo pone en agonía. Le sucede igual con los precios de los productos de primera necesidad. No hay receta que le mejore, porque también las medicinas están caras.

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 Pobre, da lastima. Se le nota la muerte  de lejos. Su lucha resulta menor que la que tienen los reformistas y los perredeístas. No tiene voz  para aconsejar a Leonel Fernández sobre la reelección. Menos para orientar a Danilo Medina. Es feo el panorama.

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Sus brazos están más largos, muy flacos, pero todavía se mueven para señalar el camino de la paz. Trata de que los dominicanos nos amemos y nos respetemos. No sabe si antes de morir logrará sus deseos.

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La cercanía de la muerte es cruel y apaga los sentidos, por eso se nota la falta de decisión, la incomprensión y el descuido. Pero debe ser valiente.

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Ni las transfusiones le sirven. No hay suero que lo rehabilite, que lo haga creer que vivirá más allá del día 31. Pobre, infeliz año 2006. Vete en paz, que tu vejez no sirve para nada.