Efe-Reportajes. Ha robado el trono a Manolo Blahnik y entre las estrellas de Hollywood despierta verdadera fascinación. Sus diseños, más de trescientos por temporada, son objeto de deseo. Las suelas rojas y sus vertiginosos tacones son su sello de identidad.

“Los diseños de Louboutin son capaces de alegrar el alma y subir la autoestima”, comentan algunas de las clientas de este diseñador francés, que a sus 46 años se ha convertido en el zapatero más deseado del mundo, desde que la princesa Carolina de Mónaco calzase uno de sus modelos.

A partir de ese día su fama se extendió como la espuma, y ahora resulta difícil encontrar a una princesa, modelo, actriz o cantante que no haya pisado, orgullosa y segura de sí misma, una importante alfombra sobre unos fabulosos zapatos de suela roja.

Desde Lady Gaga, amante de los zapatos abotinados en tono “nude”, hasta Penélope Cruz, pasando por Angelina Jolie, Sarah Jessica Parker, Charlize Theron, Victoria Beckham, Jennifer López, Eva Mendes, Naomi Campbell o Gwyneth Paltrow van sus asiduas clientas. Christian Louboutin tiene la suerte de contar con un selecto grupo de fans y auténticas devotas que atesoran en su vestidor cientos de pares. Algunas de ellas son capaces de adquirir colecciones enteras que muestran en sus residencias como si se tratase de pequeños tesoros u obras de arte.

Y como obras de arte los tiene la mejor clienta de este zapatero prodigioso, la escritora de novela romántica Danielle Steel, que posee más de seis mil pares y que en tan sólo una mañana puede comprar más de cincuenta modelos.

La suela roja, su distintivo.  Fáciles de identificar, los zapatos “louboutin” se caracterizan,  además de por su llamativa suela roja,  por sus altísimos tacones, sus llamativos colores y sus extravagantes diseños, un cóctel que sobre el pie resulta tan femenino como seductor.

La mayoría de sus modelos tienen un diseño escotado, con volumen encima de los dedos y el arco del pie muy remarcado, lo que otorga a la mujer mayor elegancia y una forma de caminar más sexy.

Gran parte de sus diseños llegan aderezados con hebillas, botones, tachuelas y cremalleras, elementos decorativos que, pudiendo resultar vulgares y extravagantes en cualquier otro zapato, en sus creaciones se muestran atractivos.

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Su obsesión por los zapatos

La pasión y el amor de este diseñador francés por el calzado de mujeres empezó siendo él un niño, cuando su padre, delicado ebanista, le enseñó a tallar un trozo de madera. Este zapatero, que se crió en el seno de una familia humilde, en el distrito XII de París,  fue un estudiante brillante hasta que, un día, un profesor le llamó la atención ante los ojos del resto de sus compañeros. A raíz del incidente, perdió el interés por el colegio y tan sólo leía lo que le apetecía, además de visitar los museos que consideraba importantes.

Una de esas mañanas, en el Museo de las Artes Africanas y Oceánicas de París descubrió un cartel que prohibía andar con zapato de tacón sobre toda la superficie. Según su página web, “esa imagen le fascinó y le invitó a desarrollar sus cualidades como dibujante, que más tarde unió a sus aptitudes con la madera”.