Cielo abierto, ¿parque abierto?

Cielo abierto, ¿parque abierto?

POR MIGUEL D. MENA
Han sido cuatro meses de fiesta para los ojos y los transeúntes. La exposición del francés Yves-Arthus Bertrand en el Parque Independencia nos ha brindado amplísimas visiones sobre este globo en el que todos estamos. De paso, ha logrado algo hacía más de cinco años anhelado: que abrieran las puertas del Parque Independencia. Al fin nos reconocemos en ese estallido de color, en aquello que tiende a gris, en la poesía de la tierra y aún la melancolía de algunas de sus catástrofes. Al fin pudimos asumir el Parque como debe ser: una apertura.

La exposición, auspiciada por la Secretaría de Medio Ambiente, la Embajada Francesa y un gran pool de la empresa privada, local e internacional, ha sido primamente instalada por el arquitecto Fernando Ottenwalder.

Parece curioso pensar que después del 1961 el espacio aéreo dominicano nunca fue un motivo especial de la mirada. Durante la Era de Trujillo podríamos hablar de toda un registro visual sobre el plano urbano nacional, sobre todo su capital, la entonces Ciudad Trujillo.

Las grandes construcciones y proyectos así lo exigían. Debía registrarse la ampliación del malecón, la construcción del puerto, de los obeliscos, del Partido Dominicano, de los parques, y ahí estaba el fotógrafo en el cielo.

Concluidos aquellos años de la Era, la mirada celeste no fue tan pródiga. Los fotógrafos, una especie de cenicienta en el arte dominicano, por lo demás resignados al enfrente, pocas veces se inquietaron por preguntarse sobre la mirada desde el arriba.

Un buen día aparece Bertrand y su larga experiencia en un mundo que gira entre el bucolismo new age de filmes como Baraka, el colorido a lo National Geographic y una certera crítica a las relaciones desiguales entre los mundos.

Las fotos tomadas y exhibidas por el artista del lente francés en el Parque Independencia recogen en pocas muestras algunos de nuestros rostros: el mismo Parque, las barriadas en las riberas del Ozama, el aeropuerto de Duquesa, el paraíso en La Romana. Y aún más: sigue hasta Haití, revelándonos ese rostro complementario, con su dolor y su sequedad.

Fue interesante oír las discusiones entre haitianos y nacionales sobre la manera en que se reflejaba o no la Isla. Ha sido apasionante sentir el aire de fiesta estética entre viandantes que sin lugar a dudas podrían acompañar a cierto ángel en esa película que no veremos, pero que soñaremos, y que bien podría llamarse “Cielo sobre Santo Domingo”

Pero exposición y alegría y arte y visiones y familias y curiosos dando por enésima vez la vuelta al Parque, lo otro que extendía la sensación de fiesta era la apertura de las Puertas del Parque.

Han sido cinco años en que el absurdo tropical se ha confabulado para darle continuidad a una preocupante tradición: la privatización del espacio público.

Luego de que TeleMicro se apropiara del triángulo entre el Parque y la Bolívar, después que la calle Pellerano Alfau dejara de pertenecerle a la Ciudad para ser convertido en área arzobispal, que el Parque Independencia sólo tuviese dos puertas de acceso fue ya el colmo.

La medida se produjo dentro de la política de desmanes generalizado del gobierno de Hipólito Mejía. En una disposición a todas luces descabellada, se entregó el Parque a las Fuerzas Armadas. En todo el continente americano ni europeo he encontrado todavía un solo espacio público que se transfiera a una institución castrense.

¿Es que ni el Ayuntamiento ni Medio Ambiente tienen la capacidad para garantizar la vida de un espacio que por derecho le pertenece?

Cuando al fin pude recorrer el Parque Independencia a mi gusto, luego de casi cinco años de abstención, sentí que se puede avanzar en algo: que si se mantiene abierto este parque podremos seguir avanzando con una sensación de participación, de que lo verde es del ciudadano y que la patria no es mausoleo sino tierra, aire.

Recuerdo una reunión en el mismo Parque Independencia poco tiempo después que la actual administración de Roberto Salcedo asumiera su cargo. Ahí estaba Onofre Rojas coordinando el evento, y una serie de los más representativos arquitectos y urbanistas dominicanos. Las ideas eran muchas y bien edificantes. Todas coincidieron en que el Parque debía abrirse al público.

Ojalá y ahora, cuando Gobierno y Ayuntamiento están aunados por el mismo Partido, el Parque Independencia pueda recuperar su antiguo brillo, abriendo sus puertas y haciendo de su espacio, el espacio de todos por más de 400 años de historia nacional.

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