CIELO NARANJA

CIELO NARANJA

POR MIGUEL D. MENA
Andaba parsimonioso, tranquilo, parecía cansado, pero no. Félix Servio Ducoudray administraba tranquilamente sus pensamientos. Al leer sus informes periodísticos o sus análisis de la cotidianidad política o histórica, puede advertirse el gusto por el tono mesurado, buscando siempre la eficacia de la idea corta.

Cuesta mucho escribir sobre Félix Servio. A la memoria vienen aquellos últimos años de los doces del balaguerato, días enteros trabajando en la redacción y hechura de “El Popular”, primero clandestinamente, luego en Editora Alfa y Omega, “donde Coquito”.

Ahí estaban Juan y Félix Servio Ducoudray, Abelardo Vicioso, Quírico Valdez y Manuel Chichirí, entre muchos otros, resumiendo con sus vidas decenios de años de lucha antitrujillista y democráticas. Nunca en la historia dominicana se ha visto una generación de políticos que como ellos, pudieran conservar la integridad moral y política, la inteligencia y la bondad.

Mientras las izquierdas se hacían y se deshacían, desde los años 40, ahí estaban los hermanos Ducoudray y Quírico Valdez, en las calles de la entonces Ciudad Trujillo, junto a Freddy Valdez y Mauricio Báez, junto a los obreros cañeros en huelga y los estudiantes en movilizaciones, en cárceles de aquí y de allá, en La Habana, Ciudad de Guatemala, Buenos Aires, en infinidad de congresos, reuniones, manifestaciones, escritos, siempre subrayando la palabra democracia cuando no la revolución, que para entonces era lo mismo.

Decir Ducoudray en el primer cuarto del siglo XX en la región Este era referirse a una familia de prestantes abogados, poetas y demócratas, o para decirlos más históricamente, martianos, hostosianos, antiimperilistas, modernistas.

Ambos pudieron apoyarse en los estribos de esa cuna y navegar como tantos que se adhirieron a la gran maquinaria de la Era de Trujillo. Sin embargo, antes de entrar a los 20 años, tanto los Ducoudray como aquella generación del Partido Socialista Popular (1944) y la Juventud Democrática, ya estaba poniendo el alma y la piel en las luchas antitrujillistas. Ahí también estaría otro hermano, Guillermo, quien luego habría de perder la vida durante la invasión guerrillera de Constanza, Maimón y Estero Hondo, en 1959.

Tan pronto cayó la Era en 1961, ahí estaban ellos, regresando al país, organizando avanzadas revolucionarias, con menos suerte e impacto que otras, como los del 14 de junio o el Movimiento Popular Dominicano, pero aún ahí, vitales, organizando los poemas y lecturas de uno de los grandes militantes de ese Partido Socialista Popular, Pedro Mir.

En 1965, con la Guerra vino el cambio de nombre por el de Partido Comunista. Hasta donde sabemos, sólo Juan Ducoudray se opuso… Después vendría la historia que muchos saben: la represión norteamericana, balaguerista, el repliegue, la minoría, el partido que no acababa de arrancar pese a la dignidad y la trayectoria, o tal vez por eso: porque los del PSP nunca fue una izquierda aventurera ni apocalíptica ni apostaba a una vida reducida a las trincheras.

Félix Servio siempre fue periodista. A pesar de sus amplios y complejos conocimientos de marxismo y de filosofía, siempre era dado a una detallada y amena explicación.

En los 70 desarrolló una gran labor de investigación para la revista Ahora!. Vale destacar la serie de artículos sobre los levantamientos guerrilleros en la región Este durante la Ocupación Norteamericana (1916-1924), difamados en las informaciones de entonces y en la historia siguiente, y que su pluma reubicaría en el pedestal del patriotismo que se merecieron.  Los mismos serían recogidos por la Editora de la UASD en 1976 con el título “Los ‘gavilleros’ del Este: una epopeya calumniada”. A finales de los 70 el mundo informativo y laboral se complica para Félix Servio y la salida más expedita se le abrió en el suplemento del periódico El Caribe. Desde 1978 hasta 1989 desarrollaría una gigantesca labor informativa sobre nuestra flora y naturaleza, ahora recogida en seis tomos por el Grupo León Jimenes, en una encomiable labor editorial de Blanca Delgado Malagón y Arístides Incháustegui, bajo el título “La naturaleza dominicana”.

Es curioso que ahora se destaque más el papel de Félix Servio Ducoudray como ecologista que como luchador democrático. Tengo la seguridad que él lo asumiría con la ironía y el humor que siempre le acompañó, y es más, hasta se alegraría, porque para él los cambios sociales debían ir acompañados por una conservación del medio ambiente, y no su uso mezquino y desolador, en función de los rendimientos del capital.

Ahora que el futuro del planeta se nos viene encima con el hoyo de ozono y la manera en que se derriten los polos, amén de la contaminación industrial, etc., recuerdo a Félix Servio Ducoudray en su segunda planta de la calle Salomé Ureña, oyendo a Vivaldi, o en Conde, apresurado tal vez porque tenía que ir a la redacción en la San Martín, o “donde Coquito”, revisando junto a Juan y Papo Vicioso y Frank Almánzar el último número de “El popular”.

Recuerdo también al profesor Marcano, en su cueva de la UASD, encorbatado y con camisa blanca, recordando las cuerdas que le daba al pobre Félix Servio en cualquier campo o montaña o bosque.

Recuerdo la pasión, la naturaleza que nos queda más allá del kilómetro nueve, el campo que somos pero del que no somos conscientes.

A Félix Servio Ducoudray Mansfield lo recordamos con toda su pasión, toda su tranquilidad, toda la bondad que nos transmitió y que ahora comprendemos fue una manera de tener lo mejor de nuestros campos en el alma, él que era tan del Conde, tan de aquí y de allá.

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