Oficialmente se llaman Maurice Sánchez y Ángel Rosario. Son muchísimas cosas: seres tan imprescindibles en La Zona como el dedo de Colón o el Café de la Esquizofrenia, artistas antes Shampoo y ahora Picnic, creativos, apasionados de los toros del Seybo y de la salsa tiriyake, ejes de barcos por donde los piratas pueden llamarse Jaime Guerra, Engel Leonardo, Juan Dicent, Alejandro Capellán, Homero Pumarol, Giselle Fiallo, Sahira Fontana y Amy y Rocío y cantidad de gente que no se chequeó a la entrada y salieron con sus daiquiríes.
Si hay artistas jóvenes en el sentido renacentista, aquí se podría decir Ángel y Maurice: hablan, diseñan, pintan, viven patinando entre colores, gestos, guiños y palabras de ese inmenso muñeco de trapo que es la modernidad dominicana.
Durante más de cinco años, cuando animaban el colectivo de artistas Shampoo, desarrollaron una intensa reflexión en torno al ser dominicano en función de uno de sus paradigmas fundamentales: sus medios de locomoción. Dejaron sucumbir una motocicleta en una resina prehistórica, como si en la prehistoria de nuestro futuro el dominicano fuese sólo un conjunto de ruedas. Luego asumieron la yipeta como el nuevo objeto del deseo.
Al mismo tiempo, trazaron la yola sin tener que presentarla: diseñaron una inmensa parada en la Isla Mona, para los que iban en dirección Puerto Rico, D’ La Mona Plaza, que fue acogida por el Museo de Brooklyn en el 2007 durante la exposición Infinite Island: Contemporary Caribbean Art.
Ahora que Shampoo podría considerarse, como lo haría el filósofo Javier Solís, como sombra nada más entre tu vida y mi vida, propicia es la ocasión para cerrar una gaveta y abrir otra. Atrás queda un arduo trabajo, suspendido en el espacio, porque el mercado siempre requiere asociar una idea o un concepto a un rostro.
Maurice y Ángel fueron los motores de Shampoo. Después de la tormenta, vino Picnic, la continuación de un concepto de diseño ágil, refrescante, donde al consumidor trata de seducirse en función de un concepto de juego de memorias. De ahí la campaña de inscripción de CENAPEC, donde una señora en rolos es presentada con ese fondo tan consabido de las jornadas electorales, o el blog de JUANDOLIANDO, bien preciso y minimalista en el uso de los colores y la tipografía.
En Picnic se le está dando continuidad a ese viejo sueño de los creativos publicitarios: vivir y crear consecutivamente. Ya es la vieja cuestión esa de que en la publicitaria uno sabe cuándo entra pero nunca cuando sale. Para la idea rompin no hay que estrujar las piedras: hay que salir a la ciudad, a los campos, degustar sus mareas altas y bajas.
En momentos en que uno sólo ve a los amigos en las bodas o los mortuorios, toparse en Ángel, Maurice y zonas aledañas en los rincones más disímiles de la Isla alienta. Sí, porque hay que salir. La poesía está en la calle. Por más cuentos y cuentas de atracos, Santo Domingo tiene sus encantos. El Picnic de Maurice y Ángel es la mejor muestra de ello.