Cielo Naranja
1960-2010: fracasados de la República Dominicana

<STRONG>Cielo Naranja<BR></STRONG>1960-2010: fracasados de la República Dominicana

Podremos pasarnos la vida encendiendo velas o inciensos, entregando diplomas o develando estatuas, engolando la voz y trazando arabescos en el aire, saltando sobre fechas aniversarias y arreglos florales, pero la verdad estará ahí, debajo y más allá.

Serrat canta que “Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”. Duro es quitar la sábana y encontrar lo que resta y corta y distancia. La verdad golpea. ¿Hubo justicia en el país dominicano de los últimos 50 años? ¿Se paró en algún momento la maquinaria del crimen y el abuso? ¿Se establecieron valores como el de la tolerancia y el respeto a la persona?

1960 fue un año lleno de noches sangrientas. En 1961 cayó el Jefe pero no desapareció la Era. En 1962 las aguas negras y frescas se entrecruzaron con Bosch como profeta, invitándonos a cruzar el río. 1963 fue un diluvio. 1964 implantó la corrosión del gris. En 1965 refulgió la gran chispa de abril, con su par de meses de asedio y abrazos y sudores. Para 1966 se abrió una compuerta que duraría doce años, de puro terror los siete primeros y del resto, vaya usted a saber. 1978 fue otro año con luz, por el traje blanco de don Antonio.  En ocho años el PRD demostró estar más unido en la oposición que en el gobierno. En 1986 los dominicanos recuperamos las raíces autoritarias y mesiánicas, el Doctor volvió, por diez años más. Al siglo XXI entraríamos como en un paisaje lunar: devastados, sin consenso que no fuera la mera sobrevivencia, con una esquicia de sentimientos y conceptos que con el correr del tiempo formarían el perfil del correcto ciudadano dominicano.

Cuando veo experiencias como los de la “funa” en Chile –la denuncia de los torturadores y criminales del pinochetismo-, o los movimientos de reivindicación en Uruguay y Argentina en torno a los detenidos y desaparecidos de las dictaduras, me pregunto, ¿qué ha pasado con esa hilera de difuntos nuestros? ¿Dónde están los torturadores reales y los criminales de escritorios de los últimos cincuenta años?

Reviso la colección de la revista Ahora! de aquellos años 60 y 70. Me pregunto: ¿qué ha pasado con todos esos asesinatos y desapariciones, que no hay culpables ni condenados? Y pasa entonces lo peor, el vuelo sobre las cenizas, la conversión de homicidas en políticos de prestigios, de criminales conocidos en prósperos hombres de negocio. Y aún pasa lo inconcebible: las viejas fuerzas vivas de la nación, reclamando sólo un puesto electoral o asumiendo la efigie del Ché o de Caamaño o de Manolo como efigies salvadoras, como si de lo que se trata fuera de intercambiar imágenes o postalitas.

La sociedad dominicana ha fracasado en sus intentos de implantar una cultura de justicia social en los últimos cincuenta años. La capacidad de metamorfosearse en función de validar un ego, comprarse una yipeta o “dejar que las aguas fluyan” han impedido un pensamiento crítico, consistente. La insensibilidad social es un hecho. ¿Necesitamos un nuevo cristianismo? ¿Esperar que Saturno se cruce con Venus?

Reconocer el mal puede ser un principio de sanidad. Por ahora no tengo fórmulas salvadoras.

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