Dejar las palmas por ahí, los aguaceros, el calor, pensarse más allá de las sombras, mirarse el ser y sus sentidos, despojar a las palabras de sus muletas, porque quien dijo que lo dominicano sólo era el éxito, la medalla de oro, el merengue, la habichuela con dulce, la rapadura, el morí-soñando, el levantamiento guerrillero, las flores en el Altar Independencia, el chaleco para combatir el frío de los funcionarios de aquí y de allá, el gofio, los jonrones de este o del otro, el draft, el ratting, el hit parade, los jonrones, la champola, el «qué bien que te quedó», «qué chulísimo», «qué cheverísimo», «qué vacanería», «uao», «la botaste», «no eres un ñame», «sí, porque le bajaste los vidrios», «porque hablas muy bonito», «porque la corbata te combina», «porque te quitaste los bigoticos que te hacían ver como cinco años más», «caramba pero dame la receta», «qué liposucción más perfecta», «qué pelo tan brillante», «y cómo conseguiste vender eso», «y cómo fue que pudiste comprar aquello», «y qué es lo tuyo, boquita chula».
A veces hay que dejar a los héroes, las víctimas, los victimarios, los condecorados, los fracasados, los mediocres, los valientes, los modelos, los no modelos, los que descuellan, los que no saludan, los que saludan y preguntan que cuándo viniste, que cuándo te vas, las conversaciones consabidas, las felicitaciones, las invitaciones de papel cáscara de huevo.
A veces tienes que romper el huevo, sino es que quieres poner alguno.
Bach ayuda.
El Concierto para dos violines BWV 1043 de Bach puede ayudarte.
El Concierto para dos violines BWV 1043 de Bach interpretado por David Oistrakh y Yehudi Menuhin puede más que ayudarte.
A veces hay que dejarse llevar por la nada que puede ser el todo.
Sólo a veces.
(Ahora es una de esas veces).
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