Cielo naranja
El infierno ya no es salado ¿es actual el antitrujillismo?

<STRONG>Cielo naranja<BR></STRONG>El infierno ya no es salado ¿es actual el antitrujillismo?

Del trujillato sabemos lo esencial:  sus puestas y propuestas, su régimen de espanto, la manera en que sintetizó las estructuras autoritarias de la sociedad dominicana y lanzó una “dominicanidad” que hasta la hora de ahora es la dominante.

Entre 1961 y 1996 el anti-trujillismo tuvo toda su vigencia: se tenían que combatir sus instituciones, sus legados en el imaginario y la cotidianidad social y política de la nación. Había figuras, temas, prácticas para pensar, situar, combatir. El anti-trujillismo, sin embargo, se mordió su propia cola: se convirtió en ritual, se carnavalizó, permitió que se re-legitimaran viejos conceptos, prácticas y discursos caros a la célebre Era. Los anti-trujillistas sólo miraron a lo que hicieron en aquellos 31 años sin percatarse que después del trujillicidio en 1961 la sociedad dominicana había entrado en aceleradísimos cambios donde el tema esencial debía ser la democracia.

Para el anti-trujillismo lo importante era ritualizarse a sí mismo. Celebrar, recordar, advertir, ¿tienen sentido en una población joven, en una clase media con aspiraciones de ascensión política, en unos viejos sectores de poder que siempre serán los nuevos? El anti-trujillismo colapsó por muchísimas razones: porque los viejos héroes no siempre comprendieron los cambios y muchas veces se enfilaron en contra de los intereses populares –la Guerra de abril es primera muestra-, porque el balaguerismo remodeló las viejas consignas y no sacó la basura de la casa –nunca podría-, porque las izquierdas reciclaron el autoritarismo y el maximalismo, porque los estudiosos sociales realizaron cirujías donde lo importante era destacar un momento o un acto y no destacar el contexto y los valores ínsitos de autoritarismo que nos han timbrado.

El trujillismo nunca perdió su capacidad de salón y de convocatoria. Los arquitectos del Estado siguieron construyendo en estilo neoclásico. El tono grandilocuente aquél se fundió con el estilo de noticias Univisión y es ahora el hablar moderno. Los funcionarios siguen vistiendo de blanco –para pesar del cuentista Miguel Alfonseca-.

El ajusticiamiento del tirano sigue apareciendo como la conclusión de la Era sin percatarse uno de que al Jefe nunca dejaron de hacerle su misa en San Cristóbal. Reconocidos asesinos y torturadores de repente se convierten en autores de best-sellers sin que Educación tenga la visión y/o la capacidad de tematizar la Era en sus programas. Los trujillólogos y trujillófilos le tumbaron el pulso a los anti-trujillistas. Estos últimos tuvieron que contentarse con sus condecoraciones, sus pensiones, sus declaraciones cada vez más fantasiosas.

El morbo colectivo es ahora insaciable por conocer el manicure de la Era: familiares y esbirros del tirano ahora muestran sus lados tiernos, no pasa un año sin una revelación importante en torno a lo que sea de aquél régimen, mientras la opinión pública se quita el sombrero y para los más pequeños el trujillato será más un disneylandia con pintura negra que una larga noche de sangre y terror. Ido Juan Ducoudray, lo que nos queda, como en el poema, es sólo niebla.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas