CIELO NARANJA
El mundo de Bosch en 1979 (y otros mundos)

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Tiro redes a un par de fotos  y he aquí una de 1979: Juan Bosch, los “esfuerzos concentrados” que hacía el joven PLD, el mundo todavía a pie, en el kilómetro 12 de la carretera, inaugurando un local cuyo nombre se me escapa.

No sé cómo esta foto, que me copiara su autor –su nombre tampoco lo recuerdo-, ha sobrevivido a tantos ires y venires, a ciclones que han hecho de mis casas inmensos barcos naufragando. Pero aquí está, como un latigazo en la memoria, como un rayo descargando sus inclemencias, como la confirmación de que los desiertos han crecido hasta convertirse en verdaderos cráteres lunares en esta Isla de palmas y cocoteros.

En 1979 la política se hacía a pie y boca a boca. La estrategia de los “esfuerzos concentrados” era ir a un colmado y lanzar frases como “el PLD si está fuerte”, “el profesor es realmente una opción”, para despertar el arte del diálogo entre los clientes. Era visitar a la gente en su casa y hasta tomarse un café si era necesario, viendo a los muchachos, abrazando a la doñita, oyendo sus historias, sudando la gota gorda si era necesario.

En 1979 don Juan cumplió setenta años. Don Juan estaba realmente “tirado a la calle”. En su mundo –y en el mundo de ese mundo- predominaba el andar a pie, la chacabana, el tirarse hacia lo imprevisto, el oír y el hablar con la gente simple, sin verdades eternas ni convicciones rocosas. Los militantes, simpatizantes y amigos llegaban por sus propios medios, en carros apestados de “compañeros”, en el regocijo por la sensación de comunidad, de avance, de ser y hacer en la justicia, en las propuestas de democratización.

En 1979 los pininos democráticos sólo tenían un año. Gobernaba un eufórico PRD, el verbo de Peña Gómez era más que contagioso. El mundo parecía “a favor de los pequeños”, como luego escribiría Silvio. Los sandinistas ocupaban ciudades y bien pronto el país mismo. Los salvadoreños estaban en sus buenas, a pesar del ajusticiamiento más que bochornoso del poeta Roque Dalton. Fidel estaba más animado que un Jimmy Hendrix en su último concierto y Luís Terror Días nos calentaba más de la cuenta con Candelo y Liborio, sí, que Liborio no aguanta pendejá…

En 1979 me graduaba yo en el Liceo Fabio A. Mota. Algunos compañeros de clases, basquetbol, y felices fines de semana, podría hablar de Alexis Guerrero, grafista ahora en Nueva York, de Tony Japa, presidente de la Asociación de Cañeros, y de Máximo Cabral –ahora mundialmente conocido como Euri-, uno de los gobernadores de la mañana.

Han pasado 30 años desde entonces. De ellos, me he pasado 20 en Berlín. No creo necesario tirar puentes a 1979 porque cada año es único e irrepetible. Lo que para mí queda de ese tiempo es el andar a pie y el subrayar la ternura de las calles, sí, que todavía tienen sus encantos.

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