Cielo Naranja
El tricolor en blanco y negro

<STRONG>Cielo Naranja</STRONG><BR>El tricolor en blanco y negro

El por lo general bien  informado Diccionario de la Real Academia nos define el ensayo como «Escrito, generalmente breve, constituido por pensamientos del autor sobre un tema, sin el aparato ni la extensión que requiere un tratado completo sobre la misma materia».

A «Peña Batlle  y la Era de Trujillo» se le concedió el Premio Nacional de Ensayo del 2007. El jurado tendrá sus razones. Uno de ellos, Bruno Rosario Candelier, es presidente de la Academia Dominicana de la Lengua. Como el autor Manuel Núñez (1957) también es miembro de esa honrosa institución, me atrevería a sugerir que en  el futuro, tanto para la concesión del Premio como para la edición de libros, amén de tomarse en cuenta las fronteras del concepto «ensayo», también se valore el aspecto editorial, evitando tantas faltas: de acentuación, de puntos. Hasta la página 300 he contado más de cien. Como me anima el buen uso del castellano, estaría dispuesto a pasarle al autor y/o al editor el listado correspondiente.

Por lo demás, la lectura «Peña Batlle   y la Era de Trujillo» es una gran odisea. El título dice una cosa, el texto, otra. Hay que hacer un gran ejercicio de paciencia, por la falta de una exposición clara, pausada, convincente. Las imprecisiones son frecuentes. Dos ejemplos: la obra «Historia de la cuestión fronteriza» fue «concebida en 1928» (p.257), luego, que fue «concebida en 1929» (p.311), coronando sus dudas con la frase de que la misma «se hallaba prácticamente concebida en 1928» (p.312). Más adelante, dice que para abandonar su puesto de Superintendente de Educación, Pedro Henríquez Ureña «se inventó una enfermedad de sus hijas» (p.338), y más adelante afirma que se trataba de «una fingida enfermedad de su esposa» (p. 374). En la página 222 se escribe que Rafael Estrella Ureña «se exilió intempestivamente en un viaje que hizo fuera del país». Hasta donde se sepa, el exiliarse será casi siempre un acto intempestivo, y dentro del país será difícil hacerlo. Ergo: «viajar fuera del país» sería lo mismo que «salir para afuera». ¡Ojos, académicos de la lengua!

Estos podrían ser errores  menores si no fuera la confusión y malversación de conceptos. No es lo mismo «iberoamericanismo» que «panamericanismo». Tampoco hay que asimilar el anti-colonialismo de un Hostos a un supuesto «anti-hispanismo» («los resabios antiespañolistas del hostosianismo» (p. 231).

A Núñez tal vez le fascine el concepto de «ruptura epistemológica», pero en su caso, no hay ninguna sombra althusseriana. Lo suyo es la invalidación. No hay sociólogo, antropólogo o sicólogo que en sus consideraciones sobre la identidad nacional quede en pie. Todos aquellos que afirman el carácter multicultural de la sociedad dominicana formarán, según su perspectiva, constituyen una especie de peligro para la «dominicanidad», la que según él, es estrictamente católica y castellana. Todo ello contrasta con  el carácter casi nobiliario de los Peña Batlle («La novia era bellísima, de rancio linaje» p.748), destacando una y otra vez que su mujer ¡era nieta del arzobispo Meriño!

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