Cielo Naranja
Esa maquinaria del espectáculo llamado «lo dominicano»

<STRONG>Cielo Naranja<BR></STRONG>Esa maquinaria del espectáculo llamado «lo dominicano»

Valdría la pena leer a Gilles Deleuze y a Felix Guattari, pensando sus propuestas esquizoanalíticas: las máquinas que producen máquinas, los ejercicios de fuerza cotidiana que tratan de legitimar un principio de postrealidad, es decir, nunca “se es” sino que se querrá ser, dicho tropicalmente, “lo bueno siempre estará por venir”.

La “cultura” es una megamáquina productora de espectáculos. No se le ha dado importancia a la discusión sobre lo que es “la cultura dominicana”, porque se le presenta como una evidencia.

“Lo dominicano”, en este sentido común, es el resultado de la combinación de lo indígena que desapareció, de lo blanco que se impuso, de lo negro que se trata de difuminar y lo mulato que nadie sabe qué es lo que es.

 “Lo dominicano en el primer decenio del siglo XXI” es lo más difícil de explicar. Pongo por ahora el caso de Felix Sánchez, Junot Díaz y Julia Álvarez, tres dominicanos “que han puesto más que en alto la bandera de la dominicanidad”, pero quienes prefieren expresarse en inglés y no pueden ni podrán vivir nunca en el país dominicano.

Lo “dominicano de la calle” es también otro tema por pensar: ¿no son Lápiz Conciente, Vakeró y hasta Omegal las voces ásperas de la dominicanidad más dolorosa? ¿No son ellos quienes tematizan la violencia nuestra de cada día, la algidez de las drogas y sus puntos y sus tumbes y su “to tá – ta tó” o

“ponte cloro”? Los cronistas de arte se rompen la cabeza tratando de definir  si es “el merengue de calle” o “rapeo” o “hip hop”. Los antropólogos y sociólogos no se dan cuenta del fenómeno, porque la mayoría siguen perdido en las Islas Tobriand, sólo Tahira Vargas y María Fidalgo han advertido la originalidad del problema.

Viendo todo este paisaje, me pregunto: ¿qué tienen en común Junot Díaz y Lapiz Conciente? Ambos asumen los viejos extremos como los nuevos centros: Los Mina y Villa Juana retoman la vieja contienda ya planteada en los años

60 por Juan Sánchez Lamouth: “los poetas del Conde contra los de la parte alta”.

Así estamos: “Cultura”,  las “izquierdas”, los “alternativos”, el “Estado”se concentran en la Zona Colonial y zonas adyacentes. A través de este principio territorial se construye un paradigma conceptual: en esas calles “lo dominicano” se diluye en los “espectacular”, en lo “publicitable”, sale de la nitidez de la seguridad y un orden en el territorio para explayarse ante las cámaras y decir que todo anda bien. Del resto ni hablar. ¿Ha presentado alguien un libro “del otro lado del río”? ¿Vive en el Ensanche Luperón algún intelectual? ¿Se queda alguien en el barrio? ¿No es la ciudaduna unidad? ¿De cuál juventud hablamos?

La maquinaria cultural descansa en la escenificación de lo “dominicano” que

ella misma se ha inventado. Produce innúmeras ferias del libro pero las librerías mueren. Edita infinitos libros pero no puedes mostrar la mayoría de estos libros porque una cosa es complacer el ego de algún cacique provincial y otra cosa es la buena literatura… Así anda “lo dominicano”.

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