Cielo Naranja
Fragilidad de las velloneras

<STRONG>Cielo Naranja<BR></STRONG>Fragilidad de las velloneras

Siempre me han causado envidia los mártires de lo que sea: los que ofrendan su vida por el mismísimo pueblo, los que ofrecen su carnero por el sacrificio del cordero, los que cumplen muchísimas misiones divinas en tiempo apocalípticos, los que sacan el foete o el machete o la macana porque hay que limpiar el tiemplo, los que brincan de euforia, rama rama hare hare, santo sea tu nombre, porque estamos en tiempo de Maya o la piñata no alcanza para todos o hay que cuidarse de las lluvias eléctricas, como la amiga de Melina.

Una vez deseé con todo el alma que el Espíritu Santo me agarrase de los huesos y pudiera yo también hablar en lenguas, como lo hacía la Hermana Mona, pero qué va, por más ¡Jesús Santo!, ¡oh Gran Poder de Dios!, no fue posible. Tal vez mi fe no fue suficiente.

Luego busqué ensartarme en euforia mántrica, cuando el Prabhu de Puerto Rico estaba con los Hare Krisna de la Cayetano Rodríguez y casi brincaba al octavo cielo mientras yo cometía el descuido de pensar que la Mujer Araña me esperaba con una canción de Carole King.

Más tarde, si bien no pensé ser como el Ché, me ilusionaba todo aquello que pasaba en las montañas, desde las rebeldías de Sierra Maestra hasta los Cristos de Palagüina que se aparecían entre gnomos irreconocibles por los ángeles que huían despavoridos.

Mientras tanto he tratado con gente que te deja un hueso si es posible ver a Said Babha, que te donarían sus riñones si les agencias una Lexus de esas que usa el bachatero de moda, de congresistas que te miran atentamente pero miran mucho más atentamente a la gevita con la que andas, porque Dios mío, ¿cómo es posible tanta potencia?

Tengo grandes amigos a quienes de verdad envidio, porque yo también quisiera que llegara algún gurú o gurusa del Cuarto Camino de Sumatra que me iluminara la vida, quisiera creer tanto en el viaje a mí mismo, pero de verdad que no tengo nada nuevo, todo es utillaje de un saltimbanqui sin grandes ganas. Me gustaría quitarme estos ropajes de normalidad, de ego a la enésima potencia, y decir que sí, que sigo visitando con frecuencia el cementerio de por mi casa, porque no es que estén Hegel y Brecht y Müller por ahí, sino porque son los lugares donde la paz está en todas partes. Pero sí y pero no. Se me van los ojos con Tania, porque todavía es miembro del Club de Rafael, con el Super porque aún tiene algo en sí mismo que buscarse, con Eduardo, porque como todos, siempre olvida algo y regresa y lo piensa y después se va y lo sigue pensando. Pienso en Clara Báez y Carmen Amelia, que si hubiera un trono para la pureza y la calidez, ellas deberían estar ahí. Le sigo dando ruedas a esta noche de Neil Young y Joni Mitchell y también Claudio del Villar y Juan Francisco y Carlos caben en la tómbola. Y tú también, que me lees, camino a Jarabacoa o en los Hights.

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