CIELO NARANJA
Frank Báez, cartógrafo de la post modernidad literaria dominicana

<STRONG>CIELO NARANJA</STRONG><BR>Frank Báez, cartógrafo de la post modernidad literaria dominicana

MIGUEL D. MENA
Frank Báez (1978) nació como Buda: viejo, maduro, al parecer con un lápiz en la mano. Es sicólogo, analista social, poeta, traductor, cima de la «urban poetry», performero.

Extraña sentir tanta madurez en sus construcciones narrativas. Extraña y alegra. Sí: alegra porque se podrían contar con las manos los escritores que en los últimos tres decenios hayan pulido la lengua de esta manera, no dándonos oportunidades de pausa o de déjame llamar al delivery que seguiré la lectura luego.

Frank Báez escribe como Nietzsche: a martillazos.

No sé cuántas veces le he dado vuelta a los cinco cuentos de su primer libro, «Págales tú a los psicoanalistas» (2007). De una cosa puedo estar seguro: hay que leerlo de un tirón.

Las estructuras discursivas se destacan por la linealidad en la narración, el minimalismo en las descripciones, el ir lo más pronto al nudo de la obra.

Más que confeso admirador del beatnik norteamericano –Kerouac, Corso, Ferlinguetti, Burroughs, Ginsberg-, en nuestro país es su mejor divulgador. Como poeta, ensayista, narrador, o como simple cronista social, Frank Báez se ha dedicado a lanzar puentes entre aquella literatura que de conocerse en sus grandes dimensiones, tal vez nos hubiese ayudado a quitarnos esas corbatas de cemento con las que nuestros escritores por lo general asumen a sus personajes.

Un autor más reciente, pero igual muerto, casi se me escapaba, y al que hay que mencionar en el momento de concluir la lectura del libro de cuentos de Frank Báez: Charles Bukowski.

Entre los beatniks, sus sucedáneos y Báez, hay varios lazos comunes: la puesta en escena de la más ácida sordidez de la vida cotidiana, el sacarse la piel en cada escena, porque el autor rompe con las heroicidades, el mito, las nostalgias, es decir, todo lo que va más allá de la estatura de la persona.

Un hecho curioso de estos cuentos: en la mayoría de las voces el autor se asume en femenino.

No es una máscara sino una exploración al final subversiva, donde el ser hombre y mujer, en este caso, no es elemento de separación ni resituamiento en sus roles sociales, sino sólo el precisar una perspectiva a partir de los cuales situar a los mayores.

Otra marca de estos cuentos: el viaje, el road movie donde todos estaremos.

En el caso de «Cabezas en la playa», una historia de los típicos fines de semana de la clase media nos permite entrar a un mundo marcado por cierta atmósfera macabra, a lo David Lynch. En el último cuento, «Ahora es nunca», la estrategia se repite pero los escenarios son mayores, más complejos, pero igual en el nivel de la solidaridad y los afectos.

«Ahora es nunca» es un texto ya memorable. Escrito a manera de diario, aquí se recuenta un viaje por la zona fronteriza en busca de lo lúdico más estridente. A medida que el vehículo va atravesando los paisajes, se va trazando un empolvado mapa de desolación. El recitar poemas de Alejandra Pizarnik –autora argentina, también fanática del beat-, se convierte en el ritornello de la narración, el círculo incesante en el estanque luego de una pedrada luminosa.

«Papá» es otra muestra de este excelente oficio narrativo de Frank Báez: los planos se confunden, hay una realidad que nos retrotrae a pasajes de «Pedro Páramo», de Juan Rulfo, porque es imposible reconocer los límites de lo real y la realidad. La muerte no es la desaparición, sino la presencia siempre posible.

«Págales tú a los sicoanalistas», el cuento que le da título al libro, es el texto más poético de todos. Siguiendo la estela de James Joyce, y en lo local de Pedro Mir –recordar «La otra hazaña de Limber»-, Báez asume la escritora automática, en una avalancha de imágenes que darán la impresión de ser más un poema en prosa que una narración propiamente dicha.

Con «No va a doler» saltamos a otro plano, de nuevo el de la escritura cartesiana, matemática se podría decir: la historia de una muerte cuya densidad y tensión se va sintiendo desde la primera línea.

Después de la lectura de estos cinco cuentos uno como que se queda esperando más, teniendo que lamentar nuevamente esa producción de libros tan flacos que tenemos, y en este caso, tan magistralmente escritos.

De todo lo leído habría que hacer un somero señalamiento al primero de los cuentos. En «Caballos en la playa» encuentro una sensación de carencia: La revelación o el nervio que podría ser el acertijo en torno a la promesa del padre de resolver el hurto en la playa. Al final no se habla del tema y uno queda como en el aire. Ojo para Frank Báez y para los cuentistas, recordar la regla de oro del arte de hacer descansar en lo más nimio lo más consistente y amplio del paisaje trazado. Pero esto es un pecado menor…

Al ir subiendo la cuesta de este siglo XXI, «Págales tú a los psicoanalistas» es un descanso, más que necesario, obligatorio.

Frank Báez no deja caer ninguna moraleja, ni enseñanza ni advertencia, ni se explaya en detalles baladíes ni le da oportunidad al bostezo.

Beatnik, cartógrafo de la dominicanidad postmoderna, surrealista, dadaísta, Frank Báez es de todo y mucho más.

Estamos frente a un autor que despunta, repunta y apunta.El salvavidas ha sido lanzado.

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