Cielo naranja
Los nuevos millonarios nos quieren salvar

<STRONG>Cielo naranja<BR></STRONG>Los nuevos millonarios nos quieren salvar

Tengo una caja donde conservo objetos salvados de lo que alguna vez fue mi Isla: papeletas de uno y cinco pesos, un diploma que me declaraba “hijo distinguido de Santo Domingo”, firmado por el Alcalde de turno, que me entregara una secretaría como se tira algún resto de comida a los perros, tarjetas de visita.

A veces me salen palabras que sólo los más allegados comprenden: “tirar un cartridge”, “embalarse”, “quillarse”, “guillarse”.

Vuelvo a Kafka. Aquí está Poseidón, sacando cuentas. Poseidón no conoce todos sus mares. Sólo está pendiente del final de todos los tiempos para entonces lanzarse a esas otras aguas.

Entre esta caja y Kafka se cuelga la política, los políticos, cualquier gente simple. La palabra “millonario” ya no tiene aureola. Todos quieren serlo. Todos deben serlo. “Todo se compra…” canta nuevamente Víctor Manuel, “El hombre gordo y el flaco; / el gigante y el enano. / Y aquel que viste de gris / para vivir camuflado. / El que trepa de puntillas / y se olvida de sus pasos / también / aquel que niega su brazo / al que vive más abajo.”

Los nuevos millonarios nos quieren salvar. Desde 1961 nuestro país es una maquinaria de nuevos millonarios que cocinan en todo segundo. Están en el Congreso, en los partidos políticos, en el Gobierno de ahora y en el de antes y los de siempre, en los sindicatos. Tienen caras angelicales o rasgadas por los viejos soles de sus campos y montes y ríos. Tienen nombres de comics, de productos. Algunos fueron alguna vez los hijos de Machepa y a Dios que reparta suerte.

En República Dominicana el que no es millonario no es gente.

País, paisaje o país de las maravillas, aquí los éxitos de un Gates o Zuckerberg o de la familia McDonalds sólo muy pocas familias o personas lo comparten. Eso de esforzarse en el estudio, los negocios, en función de la inteligencia, la persistencia y la aplicación, es lo de menos. ¿Para qué el camino largo si existe el atajo de la política? Unos añitos en el partido o el sindicato o en la oficinita. Luego, acarrear un par de votantes como vacas para la jaula. Más adelante, vender, negociar, mostrar la cara photoshopeada en el afiche, dejar caer boronas pero morder con los dientes grandes en el presupuesto o lo que sea, ahí está el detalle.

La declaración jurada de nuestros funcionarios se ha convertido en la nueva caja de Pandora que ya no lo es: nada asombra. Los gusanos se convierten en mariposas. Ahora la seriedad está en andar ensacado y enyipetado y con bolsillos suficientes para los tres celulares obligatorios y el chofer que siempre estará tratando de pescar una morcilla en el lugar menos indicado.

Vuelvo a palabras que nunca deberían meterse en la caja, aunque ahora me asaltan las dudas: tener vergüenza, ser honesto, corresponder con quienes han depositado su confianza. Duarte dijo una vez: “Sed justos lo primero, si queréis ser felices”.

A diferencia del Poseidón de Kafka, nuestros nuevos millonarios no se aburrirán de sus mares.

cielourbano@googlemail.com

Publicaciones Relacionadas

Más leídas