CIELO NARANJA
Los tiranitos intelectuales

<STRONG>CIELO NARANJA<BR></STRONG>Los tiranitos intelectuales

Esfumados los  “grandes intelectuales” –Enriquillo Sánchez fue el último-, arrinconados los intelectuales críticos – José Antinoe Fiallo por aquí, los académicos criollos en el allá norteamericano o europeo-, emergen los otros intelectuales, que serán la mayoría, y dentro de ellos, una especie nueva, los tiranitos, que serían tiranos así, a secas, si en verdad tuviesen una cartografía propia, pero como ahora todo es “líquido” o con “relatos concluidos”, mejor dejarlos así, en el diminutivo.

Los tiranitos intelectuales están por todas partes, imponiéndose, imponiéndosenos. Mantienen la presión necesaria para obtener premios, lograr homenajes, pasar por cuanto congreso o feria aparezca, enviándonos sus inevitables notas de prensa que darán cuenta de que nuestra bandera estará puesta en todas las playas extranjeras, etc., etc.

Los tiranitos son productos del desencanto, de lo que Max Weber llamó la “politik Verdrossenheit” o lo que sería lo mismo en buen castellano manchego, el que le gusta a María: “no le des mente, cógelo suave”. Hablo de ese desencanto que comenzó a soplar como el viento frío de René allá por los años 80 y que ahora es todo un gélido bombardeo: las ideologías políticas confluyen en las aguas de la Real Politik, todos los colores serán el mismo color, las instituciones como la UASD perdieron el encanto de las “trincheras del honor” para convertirse en un barato mercado donde el que no grita no mama.

Con los noventa y ahora tras el primer decenio del siglo XX confirmamos nuestra entrada insular a la postmodernidad: a más habitantes menos libros, librerías y peor, lectores; a mayor mercado y pujanza comercial menos suplementos literarios; a pesar del gran desarrollo de las comunicaciones, menos congresos o conferencias para debatir ideas; y lo peor: a mejor aclimatación, en el trabajo y para el camino, más sacos, mayores encubrimientos y obsesiones porque la yipeta no se te dañe.

Los tiranitos intelectuales ahora sufren y disfrutan indistintamente más que nunca. Desde el adentro ven la ciudad y sus afanes, los aguacates en la Sarasota con Bolívar, las hormigas humanas vendiendo galleticas de coco o lo que sea junto a los celulares, el tigueraje –criollo o haitiano- tratando de que se compadezcan de ellos tras tirar el paño húmedo sobre el cristal delantero. En el afuera, son víctimas de los rigores tropicales que son el sol, los semáforos rojos, los hoyos, la falta de conciencia ecológica, los carros mejores que los suyos. De frente a ti, finalmente, adquieren el tono que les confiere el título de “tiranitos intelectuales”: el mundo debe ser así o así o asá, el intelectual que no anda ensacado o se ha leído el “Libro del Guerrero” o no pondera las cualidades intelectuales de fulanito el diputado o sutanito el “interiorista” o el “metapoético” tiene limitados chance –perdón, ¡oportunidades!- de triunfo.

Los tiranitos dominan el ranking –perdón nuevamente, ¡las listas!- de las antologías, de las citas, con un capú y no te bajes si es que no los lees, si es que prefieres ir al fondo, a mano derecha, donde se leerán otras cosas, tal vez más inteligente que eso que ellos escriben.

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Espacio: Pensamiento: Caribe: Dominicano

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