Pienso en la obra de los primeros frailes dominicos Montesinos, Las Casas-, y me digo: la evangelización dominicana tiene que arrancar en algún momento.
Puede resultar paradójico: hoy más que nunca tenemos evangélicos, cristianos y católicos, dando fe de lo que sea en la televisión, en las guaguas, en la radio, en los mercados, con megáfonos, a voz pelada, con finos sacos de casimir, con mitras traídas de la Vía Appia, con chacabanas sudadas, casi nunca en camiseta.
Disponemos de millares de templos, iglesias, conventos, colegios, universidades. Sin embargo, hoy más que nunca los valores anti-cristianos son los imperantes en la sociedad dominicana: en los titulares de nuestra prensa se habla más de puñales, balazos, homicidios y violencia en general, que de valores que exalten la dignidad humana, los derechos humanos.
¿Es el escándalo lo único significativo en la comunicación?
Quiero sangre, decía una vez un reconocido editor de un periódico local, pero yo me pregunto, ¿en verdad necesitamos más sangre?
De la Era de Trujillo heredamos un Concordato con el Vaticano. En nuestro escudo está abierta la Biblia, supuestamente en el libro de Juan 8:32, donde se lee: Y conoceréis la verdad y la verdad os libertará. ¿Hemos leído la Biblia? ¿De cuál verdad es que tenemos que hablar? ¿Es posible ser sincero y decir la verdad en nuestro país, expresar lo que íntimamente se cree, lo que se ve? ¿O hay que ser complaciente con el jefecito de turno, con el líder ahí arriba, con el que garantiza las habichuelas y a veces hasta una buena pechuga de pollo?
Nuestra sociedad se va verticalizando en una pendiente cada vez más esquizofrénica. Recuerdo lo que le oí decir al teólogo alemán Eugen Drewermann en el Día Evangélico en Munich en 1993: Alemania necesita más sicoterapeutas. ¿Necesitamos los dominicanos más sicoterapeutas o buenos evangelizadores? ¿O ambos?
Lo preocupante es la doble moral en la vida pública. ¿Alguien habla de los pecados capitales? ¿Quién me podría explicar los frutos del espíritu citados en Gálatas 5:22?
Es fácil dar alabanzas a Dios, gritar que uno también tuvo su relumbre camino a Damasco, alegrarse con el reflejo de joyas o por los perfumes de los buenos feligreses. Lo difícil es mirarse al espejo o tenderse en la almohada con la conciencia de que debe haber un bien común, de que en las manos de uno están algunas soluciones, de que lo bueno que me pase a mí tengo que compartirlo con los otros, que lo importante en la vida no es morir como millonario ni como héroe, sino vivir en un principio de bondad, sin aferrarse a estos metros cuadrados o a esta tierra que al final estará llena de hormigas
Nuestro país se despierta entre gritos de locutores, periodistas, políticos, choferes, pasajeros.
Nuestro país es cada vez el país de los otros, de los poderosos, de los que andan mejor montados. Y la enseñanza del pastor Jesús, ¿en qué queda? ¿Sólo en las fiesta de Semana Santa o Navidad?
Espacio: Pensamiento: Caribe: Dominicano