Cielo Naranja
Otro trono para Sísifo en el malecón

<STRONG>Cielo Naranja<BR></STRONG>Otro trono para Sísifo en el malecón

Los parques son los ojos y el corazón de las ciudades. Vemos, nos vemos, transitamos, sentimos, respiramos.

Hay un parque firmado por Guillermo González, el gran arquitecto dominicano, concebido en principio como un espacio para infantes, y luego utilizado no se sabe para cuántos fines. Se trata del Parque Eugenio María de Hostos.

Levantado sobre uno de los ejes esenciales del modernismo urbanizador de la Era de Trujillo, en el malecón, su diseño se acogió a una visión familiar: en sus estructuras debía haber espacio para todos. Fue un corredor frente y hacia al mar. Inaugurado el 26 de enero de 1937, se construyó sobre la Plaza Colombina, llamada así por haberse proyectado en ese espacio un homenaje al Descubridor a finales del siglo XIX. La inestabilidad política desde entonces, fue coronada por la tragedia que representó el Ciclón de San Zenón en 1930. La Plaza fue utilizada como un gran crematorio de las víctimas, al no disponer la ciudad el dispositivo sanitario suficiente.

El trujillato limpió las viejas heridas, borró las huellas del Ciclón, y de las ruinas debía salir el Ave Fénix. El Parque Infantil Ramfis fue espacio moderno, lúdico, caribeño, familiar, el enclave donde igualmente se levantaría el obelisco, y posteriormente, el local del Partido Dominicano.

Las huellas de Guillermo González se irían extendiendo hacia el oeste, con la construcción del Hotel Jaragua y del edificio El Jaraguita. El Parque se transformó en “Eugenio María de Hostos” tras el descabezamiento de la Era en 1961. Comenzaría entonces un agudo proceso de resemantización urbana, de usos y desusos.

El Parque Hostos se convirtió en lugar de tránsito y de choque. El poeta Miguel Alfonseca le cantó, pero luego ni la literatura –ni el arte-  se fijaron en sus hermosos espacios.

Para los setenta el Parque fue cancha de baloncesto, circo para la Lucha Libre, espacio para conciertos, zona de juegos, centro de los Boys Scout. A diferencia de los parques tradicionales de Santo Domingo –el Independencia, el Duarte y el Colón-, el Hostos se asentó en el imaginario urbano como un espacio de extremo, de tránsito, una inmensa pasarela que sólo unos contados vecinos la usaban y que se llenaba cuando el Estado organizaba el carnaval o sus ferias gastronómicas.

El Parque Hostos siempre estuvo natimuerto. A veces hay senderos muy modernos para el imaginario insular. La mejor voluntad del arquitecto puede colisionar con las mentalidades locales. La amplitud de sus estructuras se asoció a la desolación, no a la libertad de movimiento. González tal vez pensó una ciudad donde sujetos y objetos debían exponerse en un gran plano. Las pequeñas glorietas debían suministrar apoyo gastronómico, el estanque en el centro debía brindar la sensación de diálogo con el Mar Caribe de enfrente. Los árboles que lo rodeaban, operarían como muros verdes.

Desde hace más de tres años el Parque Hostos se encuentra clausurado. Increíblemente no hay respuestas convincentes por parte de las autoridades del Ayuntamiento. Si a eso le agregamos las zonas grises que son el Monumento a Montesinos y el Parque Peña Gómez, concluiremos que andamos sin amparo, lamentablemente.

http://www.cielonaranja.com 

Espacio: Pensamiento: Caribe: Dominicano

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