CIELO NARANJA
Pedro René Contín Aybar  entre Neblinas

<STRONG>CIELO NARANJA<BR></STRONG>Pedro René Contín Aybar  entre Neblinas

En la Galería de los Autores Olvidados pende un inmenso retrato de Pedro René Contín Aybar (1907-1981).

Crítico, poeta, dramaturgo, su nombre fue una institución desde finales de los Cuadernos Dominicanos de Cultura en los años 40 hasta la edición dos tomos de “Poesía dominicana” (1969), en la Colección Pensamiento Dominicano. Luego, su nombre sería sepultado por el afán de una generación que sólo condenaba lo gestado durante la Era de Trujillo, sin valorar la amplitud del autor.

A Contín Aybar, o “don Pedro René”, lo recuerdo en su silla de ruedas, en aquél balconcito de una primera planta en la Calle Dr. Delgado, como si estuviese en el mástil de alguna embarcación ida a pique. Al preguntarle sobre su obra lo que más destacó fue el haber sido el primero en haber hablado sobre Federico García Lorca en nuestro país, como si su propia obra poética no existiese.

En las idas y venidas de estos últimos veinte años he vuelto una y otra vez a su obra: al pensar la cuestión de la flora y la fauna en la poesía dominicana, cuando he tenido que presentar una ponencia sobre literatura gay en nuestro país, al valorar el alcance de la noción “yo” en el discurso sobre la cotidianidad.

Pero hablar sobre Contín Aybar también tiene sus riesgos: todavía nos encontramos con una batería de autores que no le perdonan sus preferencias y adjetivos, sus crónicas y estudios, presentándolo como un simple peón de aquél oprobioso régimen trujillista. Se olvida que mal que bien, la crítica también tiene sus moldes epocales y que la cuestión no es transcribir las opciones actuales a un mundo más que blanco y negro. ¡No todos tuvieron acceso a Ferdinand de Saussure!

De su obra –que algún día recopilaremos- se ha de destacar la poesía y el teatro. A pesar de la publicación de sus “Poemas” –una feliz iniciativa de Víctor Villegas en 1982-, todavía hay textos sueltos y una obra de teatro prácticamente inaccesible, “Raíz preocupación” (1947), de la que solamente se imprimieron diez ejemplares, en un trabajo de filigrana artística.

Como poeta, en vida sólo publicó “Biel el marino” (1957), también impresa en “una edición para amigos”. Y aquí encontramos una de las claves de su obra: fue concebida más que como un acto de amistad que como una inscripción en la Literatura.

“Biel el marino” es el gran poema gay dominicano. Aunque Contín Aybar nunca hizo referencia explícita a su preferencia sexual –como tampoco lo hicieron Manuel Rueda ni Luis Alfredo Torres, grandes poetas-, en este poema se subraya un principio de erotismo hasta entonces inédito en la literatura, donde al acto físico se le sobrepone el simple efecto de la presencia.

Aparte de estos poemas y dramas, en Contín Aybar es rescatable su trabajo prosístico, ciertamente preciosista en su composición, y tal vez  tan decadente como el rosado a lo Marcel Proust, pero igual bien concebido y correcto en su expresión.

Ahora que concluyo estas líneas, recuerdo lo que me contara la pintora alemana Ursula Limbach sobre el famoso retrato que le hiciera: Contín Aybar quería que se le viese anillo y bastón, altivo. Así lo recordaremos.

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