Cielo naranja
Que perdí la mirada, errante!

<STRONG>Cielo naranja</STRONG><BR>Que perdí la mirada, errante!

Podrán ser los relojes con horas diferentes, la rutina de las noticias, los rostros de siempre, los afanes de siempre.

Dos de las experiencias más extrañas en mi vida se produjeron cuando sentía el mundo en dirección contraria. La primera vez, cuando dejé atrás aquella Juana Saltitopa de la infancia y caminé, solo, por la Avenida Mella. La otra, cuando hice un recorrido de domingo por las mismas calles por donde iba a mi trabajo en RTVD.

Ya no aire fresco en los libros y las calles de Santo Domingo. Al menos para mí. La gente gira cada vez más rápida en torno a sus ombligos. A la gente hay que sacarla de su cascarón para verla. Ahora nos unen más los mortuorios que los cumpleaños. Y para colmo, te chocas con el ego de Mateo Morrison en cada puesta en circulación de libros.

En el Conde ya ni siquiera se discute sobre las pugnas de bolos y los colúos. En el Congreso están los viejísimos y apuradísimos compañeritos de hace décadas, pero esta vez sin necesitar tu voto o tu comprensión. Te puedes caer de un sobresalto porque chocas con Jack Veneno pero luego te podrás seguir comiendo tranquilo tu helado porque la última y gran pelea no llegará, porque los héroes a veces se evaporan como Elvis o cualquier soldado raso en la frontera. Hasta Boca Chica se atosiga de ofertas cada cinco segundos, que si masajes,  que si tilapias. Con la prensa la humareda del aburrimiento no cesa. Meses enteros reventándote las neuronas conque si el Casandra para aquél o para el otro, y al final, el Casandra para a quién le importa si lo merecía o no. ¡Oh Santa Casandra, quién te viera y quién te ve! Y yo preguntándole a Gabina si Juan Luis tendrá algún almacén extra en su casa para esos trofeos y diplomas. Y todo mundo dándole gracias a Dios y a la Virgen, que para algo es que existe la Gracia Divina.

Del resto ni hablar. Camino por San Carlos o cojo con Raúl Recio para su casa, atravesando Villa Juana y Villa Consuelo y toda la parte alta. Las sensaciones son chocantes. Es domingo. Todo está desierto. Como en Comala. Los chinos tienen abierto, obligatoriamente. Algunos juegan dominó mientras la pantalla anuncia algún average de peloteros a los que dentro de un par de meses te encontrarás en alguna fritura del Ozama, orondos con sus contratos millonarios y sus pechuguitas de pollo en alto.

En agosto o septiembre de los años noventa, mientras pasaba por Berlín, le pregunté a Juan Bolívar Díaz si en el resumen de fin de año de “Uno más uno” dirían que la economía no anda bien, que los corruptos seguirían por la senda de la impunidad, que el Gobierno debería tomar medidas para frenar el desempleo y reducir su nómina. Juan Bolívar, con esa mirada de niño de ingenio macorisano permanente, no pudo menos que preguntarme si yo podría esperar otra cosa.

¡Y pensar que ahora recordaremos los 50 años de la muerte de Trujillo mientras tenemos un país con más de seis millones de trujilliticos!

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