Cielo naranja
Recuperando a Miguel Alfonseca

Cielo naranja<BR>Recuperando a Miguel Alfonseca

De Miguel Alfonseca (1942-1994) sabemos que ha sido uno de los autores más polifacético de la República Dominicana: cuentista, poeta, dramaturgo, actor, bailarín, publicista. Antes de cumplir los 20 años sufrió prisión y tortura por su antitrujillismo. En 1965, fue una de las primeras voces de la Insurrección de Abril. Su “Coral sombrío para invasores” y “Canto a Santo Domingo vertical”, de Abelardo Vicioso, fueron los poemas más recordados y significativos de aquella gesta revolucionaria.

Miguel Alfonseca y René del Risco fueron almas gemelas. Los unió el genio, la intensidad, el salto hacia las aguas del boom, y lo más importante, la constitución de un yo consistente. Dentro de aquella generación de los 60 hubo autores con mayor formación y oficio literario, como Ramón  Francisco y Marcio Veloz Maggiolo, pero en estos hubo miradas oblicuas reiteradas hacia el mercado o las corrientes o el lector, que no les permitió dejar una marca considerable. Alfonseca y del Risco se tiraron a las frías aguas del yo. Sucumbieron. A René lo demolió la crítica. Le cuestionarion la alegría de descubrir la sencillez de la vida urbana, el confesar la derrota, su concepto de placer y la dominación de este terrorífico “nosotros” que nos embota las puntas del alma. Con Alfonseca fueron mas complacientes, porque cuando publicó su libro definitivo, “El enemigo”, las marejadas que había producido “El viento frío” (1967) de René del Risco ya habían bajado de nivel. Además, estos cuentos tenían como valla, entre otros elementos favorables, a su editora, Aída Cartagena Portalatín, y la institución universitaria.

Paradójicamente, Alfonseca concluye su vida literaria activa en 1970, para sumergirse en una secta en la que sus metáforas ya serían otras bien distintas. Del Risco desaparece en 1972, víctima de aquel fatídico accidente decembrino. Miguel tenía 28 años, René 35.

A pesar de habérsele dedicado un congreso y de aparecer su nombre una y otra vez en la historia de la literatura contemporánea, de Miguel Alfonseca sólo se recuerdan dos cuentos, “Delicatessen” y “Los trajes blancos han vuelto”, este último seleccionado en dos grandes antologías del cuento latinoamericano, las de Ángel Flores (1983) y Fernando Burgos (1997).

Con “El enemigo” acontece lo mismo que con los “Cuentos Completos” de René del Risco: no hay desperdicios. “Están encendiendo la ciudad”, “Esta noche se va a acabar el mundo”,  “El hombre que cruza la esquina” y el “Este martes no mire al obelisco”, entre otros, podrían leerse a partir de múltiples referentes: el neorrealismo italiano, la nouvelle vague, para no adentrarnos en terrenos más literarios, como el de la literatura patriarcal norteamericana que Alfonseca leía en su idioma original.

Hay que destacar la facturación de los planos, en los que se destacan cierta movilidad a lo Brecht y hasta algunas ironías del teatro del absurdo. También está el tratamiento deconstructivista del imaginario infantil y una grafía urbana marcada por el nuevo valor de la modernización dominicana, los principios de  celeridad. En sus elipsis, Alfonseca es efectista, como si en su geografía del dolor tuviésemos que conocer todos los ángulos posibles del sujeto, saltando sobre las trincheras. Al final, estaremos solos.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas