CIELO NARANJA
Rey Ándujar, pana chill out

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A Juan Dicent lo imaginarás en el East-Side, agarrándose de una pared, porque a veces las pencas de Bonao golpean dondequiera que estés. A Paul Álvarez lo tendrás en Downtown, con alguna bebida energetizante, después de haberse filtrado por la librería Strand y no haber visto nada nuevo de Ashbery. Con Rey Andújar tampoco habrá mayores problemas. Como la camada, como todos los que se largaron, el Rey se tiró por la aguas del bacalao, recaló de sus sótanos, con alguna cerveza en mano que el DJ de Ibiza Bar le habrá entregado como símbolo de armonía astral. Demás está decir: el Rey –como Juan, Paul y también Frank y Homerito y Rita Indiana y Marivell, porque no hay que ser tan exigentes-, anda bien chill-out, bien tranqui, porque la vida no se la puede gastar uno detrás de un semáforo ni esperando el premiecito aquél ni la aprobación de los policías de AMET.

Rey Andújar es un escritor post y extra-Santo Domingo. Aunque lo conocí en el Conde, cuando regenteaba un puesto de McDonalds, nunca lo he visto con tanta frecuencia como en Cabarete o en el chat del gmail. Y de lo primero hace ya sus buenos años. A Rey básicamente lo he leído. “El hombre triángulo” y “Candela” son novelas de la insularidad cruda. Sus cuentos de “Amoricidio”, otra historia en el correrse el tiempo entre el corazón y los riñones, entre el “me amas” o “no me largo”.

Rey Andújar es un escritor godzílaco. Todo lo devora. Libros, noches, cervezas, bocas, escandinavas, californianas, todos los discos o servicios pueden entrar en su vellonera o en su máquina de lavar platos. Puedes sacar el menú “novelas sucias” de la Habana o sucumbir al alud Bolaño o tirarte por las trincheras abiertas por Kerouac o Ginsberg, y con todas seguridad que Andújar andará con el postre. Eso es bueno y es terrible. Es bueno porque te aligera, haces de la Isla un dato geográfico y no una celda de palmeras. El resto es lo complicado: tanto mundo te arrebata el mundo del afuera. ¡Hora de decidirse, pequeño Gulliver!

Rey Andújar pertenece al mundo de la nueva sensibilidad insular. Al igual que los susodichos en el primer párrafo –y otros que no están en la zona verde pero sí en Barcelona, como Pedro Batlle, o David Puig, por los lados de Gizeh, y de la princesa de Boloña, por ahora mejor callar-, pertenece a las esferas de los bordes: vive, publica y sufre en el afuera. Pero cuidado. En Santo Domingo todo está “afuera”, aunque vivas en La Zona. No vale que Manuel Moreta te chequee desde su balcón enrejado o recibas algún abrazo en el Falafel, recordando la ida de Goico, en la Isla el “afuera” es el “centro”, “lo que hay”, lo que “faltaba”.

Rey Andújar vive en Puerto Rico, que es como decir, cerca de Neyba. Si se atiborran de Budha Bar y otras especies chilling y acceden a uno de sus textos, con seguridad que no sólo se encaramarán en algún resto de la alfombra de Aladino: también verán a Dios como arroz.

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