CIELO NARANJA
Señores Salcedo y Lantigua:
Exijo una explicación

CIELO NARANJA<BR><STRONG>Señores Salcedo y Lantigua:<BR></STRONG>Exijo una explicación

POR MIGUEL D. MENA
¿Qué pasa con Abelardo?

Lo más recomendable hubiese sido acabar el 2007 con notas tan relucientes como el brillo que despiden las manzanas de navidad en el país dominicano. De nuevo, sin embargo, se produce el malsano efecto del más que centenario pelo en el sancocho: algo falla, duele, irrita, descorazona, aleja, nos despide.

Quisiera apelar a nuevas definiciones en el Diccionario de Doña María Moliner pero lo innombrable me atrapa. De nuevo se ejerce el abuso contra el alma de Santo Domingo.

La más importante escultura dominicana ha sido vejada, maltratada, y nadie sabe qué pasará con ese bronce.

Hablo de «Uno de tantos», creada en 1903 por las manos de Abelardo Rodríguez Urdaneta (1870-1930), el gran artista de los inicios del arte dominicano.

¿Cómo es posible que una obra de semejantes magnitudes haya sufrido durante tantos decenios el escarnio del descuido, la ignorancia, el desamor?

¿Cómo es que de repente unos funcionarios del Ayuntamiento lleguen, la desmonten, la tiren al piso, no haya ninguna autoridad competente que la cuide y explique su destino?

Fue terrible el enterarnos de semejante abuso contra el alma dominicana.

Como informa el semanario Clave Digital en su edición del 16 de diciembre, tocaba la casualidad de que el artista visual Raúl Recio pasaba por la  avenida Abraham Lincoln esquina José Contreras, cuando se topa con el escenario de unos obreros municipales trabajando en esta área. A un lado, tirada, como cualquier basura, sin el menor criterio de lo que se tenía entre manos o picos o palas, «Uno de tantos».

Recio se bajaba de su auto, exigía una explicación, y la única respuesta de la autoridad del Ayuntamiento es que se busque 20 mil pesos para la obra sea bien conservada. ¿Qué pasó? ¿Un chiste de mal gusto, una mordida, un anzuelo, una obra «para llevar», un desperdicio más en el espacio urbano que cualquier se puede llevar para su casa?

«Uno de tantos» fue concebida en momentos en que el país dominicano se recuperaba de la dictadura de Ulises Heureaux, recién ajusticiado en 1899. Su autor, Abelardo Rodríguez Urdaneta, no sólo era escultor sino el más completo artista de su tiempo y el fundador del arte dominicano moderno. Pintor, fotógrafo, retratista, su obra marcó siempre la imagen de Santo Domingo y el alma nacional. Su gran serie de héroes nacionales –desde el Caonabo que espero todavía se exhiba a la entrada del Mirador Sur hasta el Duarte que hasta hace algunos años adornaba el peso dominicano-, sus dibujos a carbón, sus óleos y fotografías, fundaron nuestro arte visual.

«Uno de tantos» hacía una profunda reflexión sobre el concepto de la violencia en la sociedad dominicana. Es increíble cómo un artista dominicano de entonces lograba increíbles correspondencia con escultores de su tiempo, como August Rodin. Abelardo no tenía que envidiarle grandes cosa al francés. El gesto, la mano aterida, el rostro a lo Mantegna, la tranquilidad de la muerte en el rostro, el desgarramiento de la ropa y también del alma, todo en esta obra apunta no sólo a un documento, sino a una contemporaneidad incesante. Todavía los dominicanos necesitamos reflexionar sobre la violencia como componente de nuestra cotidianidad, por lo tanto, de nuestra identidad.

«Uno de tantos» se podría leer como el poemario «Los humildes», de su contemporáneo Federico Bermúdez, o como «Además, son», de Freddy Gatón Arce: como un gran canto a los héroes anónimos, a los que hacen y nunca tienen necesidad de atraparse en un nombre.

Recuerdo a uno de los alumnos de Abelardo, el doctor José Antinoe Fiallo, en su oficina de abogados de la Calle El Conde a finales de los años 70, hablando de aquel maestro que tuvo en su infancia, de su sapiencia didáctica y sus curiosidades. ¡Hasta llegó a hacer una especie de diez mandamientos para quienes se quisieran hacer una fotografía!

Antes de «Uno de tantos» lo único que se conocía como escultura en el espacio público capitaleño era la estatua de Colón, en el parque del mismo nombre.

Durante años la obra estuvo colocada en una placita de la avenida  Abraham Lincoln esquina Av. Bolívar, en frente de la UCMM.

A finales de los 80 la obra se rodó algunas esquinas en dirección sur, a su actual posición, en una acción también inexplicable, ya que entonces tuvo menos visibilidad en el espacio público.

Desde entonces quedó como algo que le sobraba a la ciudad.

En cada viaje a Santo Domingo «Uno de tantos» se convirtió en lugar obligatorio de peregrinación. La última vez que pasé por ahí, en octubre pasado, no pude menos que indignarme por la manera en que la obra estaba llena de hormigas, rodeada de desechos plásticos y hasta con algunos grafitis.

Nunca me convenció la manera tan burda en que estaba dispuesta, sobre un montón de piedras. Ante la significación de esta escultura, lo más lógico era que la misma se conservase en el Museo de Arte Moderno, y que en su lugar se colocara una copia. El bronce también sufre los efectos del tiempo, sino es que la metalurgia china se encarga de criminales reciclajes.

Yo me pregunto: ¿Cómo es posible que el Ayuntamiento cometa semejante crimen contra la ciudad? ¿Cómo es que la Secretaría de Cultura no se entera? ¿No dispone Cultura de instituciones suficientes para velar por la conservación y buena exhibición de obras como ésta? ¿Qué destino se le dará? ¿Quién reparará los daños? ¿Quién explica tantos por qué? ¿Por qué hablan el Ayuntamiento y Cultura de «identidad nacional» y de «modernización», cuando se ejecuta semejante abuso?

Señores Roberto Salcedo y José Rafael Lantigua: como ciudadano y amante de mi ciudad, exijo una explicación.

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