Cielo naranja
Socorro Castellanos, tan espléndida y querida

<STRONG>Cielo naranja<BR></STRONG>Socorro Castellanos, tan espléndida y querida

Si tuviese que escoger a diez dominicanos ejemplares del siglo XX no dudaría en incluir a Socorro Castellanos. Hay puntos en esa alocada espiral que es la vida donde me sale su figura: en Calcutta he visto a las hermanas de la organización de la Madre Teresa y tengo que volver a la célebre Madre y recordarla en aquél programa mítico de Socorro en la RadioTelevisión Dominicana de los años 80, toparme luego con la Madre y preguntarle que qué hacía ahí, sola, en la calle, y ella decirme que estaba esperando su auto.

Así de simple las cosas. El mundo vital pasando por la pantalla junto a Socorro. “Buenas tardes a la orden”, toda una institución desde principios de los años 70. Tony Capellán me lo confirma, que en el Tamboril de entonces la delicia era verla, entre recetas y temas sociales, culturales, haciendo pensar y sentir. Y justamente ese ha sido el logro de Castellanos: posibilitarnos un camino del buen sentir, sentir, expresarse y ser.

En estos días, en que los medios locales están infectados por contorsionistas del no-decir-nada y a Dios que reparta suerte, cuando los deslumbres de empirifollados megadivos son más consistentes que el acero del puente Brooklyn, cuando lo que parece que sólo viene es la desidia y la derrota del alma, la voz de Socorro Castellanos cuenta otras historias: la de la mujer que no se rompe tan fácil, la de la persona que prefiere vender sus obras de arte y no dejar que le rompan el cuello, la del encanto espontáneo, sincero, franco, no importando la tarima ni los secretarios de Estado que ronden por ahí.

Para lidiar con esa atmósfera de poder, flashes y ritmos sociales hay que tener una gran coraza. Para no dejarse apabullar por la ligereza y el dominio de perfumes baratos, hay que tener muy claro los valores humanos, respetar, subrayar la humildad y destacar siempre el amor y la bondad. Estos son algunos de sus logros.

Durante los años de mi infancia, en los setenta, “Buenas tardes a la orden” fue un plato obligatorio día a día. Ahí vimos al doctor Christian Bernhard, el primero en realizar un trasplante del corazón, hablando de temas tan intrincados pero necesarios. Por ahí andaba Freddy Ginebra en onda Submarino amarillo. En los ochenta el programa cambió de formato y se hizo mucho más artístico, con una Socorro andando por la playa y con Lissette Álvarez interpretando el tema de Juan Salvador Gaviota, con Luis Terror Días y Transporte Urbano exhibiendo un Austin de los viejos y cantándole a los barrios de la parte alta.

En los noventa los procesos de masificación comenzaron a triturar aquél buen decir televisivo pero la  Castellanos no se quedó en el aire y entonces la seguimos disfrutando por la radio.

En cada viaje a Santo  Domingo la dicha no sólo es el café de la Cafetera ni la azotea de Tony ni la placidez de Gabina ni los abrazos de Freddy Ginebra: también está el saber que Socorro Castellanos sigue tan vital y espléndida.

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