Cielo naranja
Trujillo vive y vivirá

<P><STRONG>Cielo naranja<BR></STRONG>Trujillo vive y vivirá</P>

La noche del 30 de mayo  de 1961 se acribilló a un viejito más que perverso de 69 años. Parecía que muerto el perro, se acababa la rabia. No fue así.

Leyendo “La alimentación y las razas” (1915), de José Ramón López, se encuentran historias parecidas a las que luego se fabularían con el trujillato: caciquitos locales llevándole sus hijas en ofrenda a los grande caciques, la violencia ínsita en nuestro pueblo a partir de la obsesión por asegurarse un prestigio, etc. Léase: Trujillo fue el rostro de 31 años de ignonimia, pero antes y después de él, había un ente “trujillista” en el ambiente, un decir autoritario, ganas de uniformizar, de que la palabra no sea resultado de un pensamiento sino coro del Grandísimo Pensar.

Después de 1961 la sociedad dominicana ha fracasado por superar el trauma “Trujillo”. Lo acontecido en esos 31 años de la Era no fue más que la potenciación de algo que ya teníamos: una sociedad colonial viviendo del Situado que venía de México, un criollato queriendo ser reconocido por España, los fantasmas de lo “negro” merodeando desde detrás de la frontera y aún en cada “negro” que se aparecía. Ningún ensayo como “La comunidad mulata”, de Pedro Andrés Pérez Cabral para entendernos. Sin embargo, en su momento, este texto fue satanizado bajo el criterio de que el mismo no era lo suficientemente marxista y aún contenía rasgos de darwinismo social, es decir, era racista.

Lo acontecido después de 1961 es historia más que conocida: los trujillistas se reciclaron en balagueristas. A Juan Bosch le tumbaron el pulso. Los constitucionalistas de 1961 tuvieron que contenerse en una zona con menos de dos kilómetros de largo. Entre 1966 y 1978 tuvimos trujillistas por todas partes: en la derecha más brutal y en la izquierda más ignorante y pendiente de alguna solución “a la cubana” o tal vez “a la vietnamita”. Acerquemos la lupa de una buena vez. El trujillato no sólo fue un régimen, sino  una cultura. Por lo tanto, un conjunto de valores sociales, consensuados en torno a una práctica de Estado, a un ser y hacer política autoritarios, donde sólo habrá una voz única.

Los que pudieron crear las condiciones para “superar” –dicho heideggeraniamente- tal estado de cosas no hicieron más que reciclar al monstruo. Hablo de la UASD como espacio de crítica y de pensamiento, que luego de ser un espacio de cuestionamiento se convirtió en un desgarrador monstruo con la sola canción de un mayor y mayor presupuesto. Aquél think tank que pudo influir en la revisión del pasado, considerándolo no sólo como un período histórico sino como una manera de ser del dominicano moderno, prefirió autoproclamarse como zona de sacrificio pero no como cuerpo de superación.

Desde 1961 hasta la fecha hemos producido más trujillitos que merengueros, peloteros y prostitutas juntos.  Ellos están ahí controlándote la ropa, la pinta que tendrás, haciendo de lo visual la vara para medir virtudes.

¿Trascender el trujillato? A veces los espejos son nuestros peores enemigos. Lo difícil, es, sin embargo, encontrar otro espacio en el cual reflejarnos.

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Espacio : Pensamiento : Caribe : Dominicano

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