Cielo naranja
Un maestro necesario

<STRONG>Cielo naranja<BR></STRONG>Un maestro necesario

Los que son maestros,   no siempre lo saben. No lo dicen. Andan por ahí. Viéndolos o no, siempre están trazando hilos invisibles. Al alborear este siglo XXI la profesión de maestro es difícil, por no decir imposible. La sobrevivencia conduce a lo más salvaje en el ser humano. El poder y sus esferas de Saturno son el motivo para no ver, y el no estar en el poder ya deja al viejo mago como simple desempleado a quien no le queda más el recurso de la queja. La trayectoria de José Antinoe Fiallo Billini ha estado marcada por las convicciones, la integridad y el ser consecuente. Ha podido sortear el peso aristocrático de sus apellidos, las tenazas que significarían ser hijo o nieto «de», los halagos de un capitalismo que oxida el alma si es que no tienes una conciencia de los valores.

José Antinoe ha logrado sortear estos valladares gracias a esa capacidad de leer, pensar, dialogar, actuar e intentar pequeñas felicidades. Maestro en el aula y fuera de ella, político no-profesional y a tiempo completo, gustador de la ciudad y sus meandros, en su obra ha logrado sensibles alturas. Por un lado, su labor teórica, concentrada en la educación popular, su insistencia en los valores hostosianos de razón y justicia, insistiendo a su vez en otros avances, como los propuestos por Paulo Freire y su «educación para la liberación». Por otro lado, están sus estudios culturales, verdadero –y necesario- amasijo de visiones donde la bachata, el hip hop, los graffitis, son tan importantes como las gestas de Luperón o la muerte de Lilís.

En su labor teórica ha sabido filtrarnos con igual pasión a los clásicos marxistas, los estudios culturalistas, la crítica a los medios de comunicación, a las nociones de memoria, identidad, y de liberación. No siempre he estado de acuerdo con sus conceptos –como sobre su visión de parlamentarismo o de la pertinencia del concepto «pueblo»-, pero insisto en la necesidad de leerlo y de discutir.

A diferencia de la mayoría de intelectuales y políticos de su generación, al verlo no se tiene la presencia de que al fondo habrá alguna bandera roja, verde o negra, un fusil en la montaña o un tanque de guerra botando humo. José Antinoe es un intelectual post-bandera –y bandereos-, miembro de una raza que a pesar de estar en extinción es hoy más necesaria que nunca: aquella que vive en su verdad, que trata de colectivizarla, y que sin maximalismo ni visiones apocalípticas asume su derecho a la felicidad. José Antinoe plantea que no debemos cansarnos de hablar de crisis, que la misma, como diría Norbert Lechner, no es algo episódico entre nosotros, sino manera de ser y de estar. Al mismo tiempo, no deja de insistir en el concepto positivo de liberación, palabra que ahora se ha rutinizado y perdido su áura. En esta línea, la «identidad nacional» no debe ser un objeto sino un posicionamiento ante los procesos y fenómenos de globalización que afectan lo insular.

José Antinoe Fiallo Billini es uno de nuestros últimos maestros.
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