Cielo naranja
Una canción para doña Vivian

<STRONG>Cielo naranja<BR></STRONG>Una canción para doña Vivian

Lamento muchísimo esta  decisión de concederle la libertad a una persona que ha encadenado el futuro de muchísimos ahorrantes dominicanos, que a sabiendas ha abusado de la confianza de mucha gente, del trabajo de mucha gente, del sudor de mucha gente, y que junto a un grupo de connotados abusadores, sus platos rotos y sus villas en La Romana ahora tienen que ser pagados por el resto de los dominicanos, sí, porque esa deuda ha sido y es y será una deuda de cada dominicano-habiente, porque sí, porque todos los dominicanos tendremos que pagar los detergentes de los jacuzzis que estarán esperando a los jerarcas de BANINTER.

Doña Vivian ha tenido serios problemas de presión, del corazón, de los pulmones, de los riñones, y aún así, se le ve fumando muy altivamente, con pelo bien cortado y su traje corporativo, demostración de gusto por esa combinación tan exclusiva de arandelas blancas con algo seda-beige.

Doña Vivian, aunque condenada por los jueces, la opinión pública, no ha visto «ni de lejos» la cárcel de Najayo.

Doña Vivian ahora tiene tiempo de fumarse un cigarrillito.

Dentro de poco veremos a Doña Vivian empujando un carrito en El Nacional, si no es que prefiere ir a algún Wall Mark de La Florida, para felicidad de sus nietos y demás allegados.

Doña Vivian saldrá dentro de un par de años en la crónica rosada.

Doña Vivian hará alguna acción social para los pobres, los enfermos, los indigentes, si es que no prefiere un low profile, porque tal vez eso recomiendan los especialistas de imágenes, que en nuestro país son como las moscas en un vertedero somalí.

No hay que haber leido a Barthes o a Sonntag para interpretar esta foto de satisfacción: Doña Vivian se fuma su cigarrillito, satisfecha, «libre… cuando amanece», sí, haciéndome recordar la canción de Nino Bravo, junto a una buenísima amiga o familiar, no sé, y junto a un perenne tío así, aún sin saco, y delante del abogado que sólo puede tocarse la cabeza, con el tino con el que Robert De Niro se rasca la zona del lunar en su cara en una que otra de sus películas.

Doña Vivian podrá oír en tranquilidad a Luis Miguel, a Julio Iglesias, a Raúl Di Blasio, en la santa paz de su santo hogar. Seguirá leyendo a Osho o a Paulo Coelho, pasará por algún restaurant reconocido aunque nos hará recordar a Greta Garbo en sus años de anonimato.

Reafirmará su vieja vocación cristiana, no se sabe si visitará a sus antiguos jefes, porque quién sabe si sus jefes también enfermen –que no lo quiera Dios-, y entonces la piedad cristiana sea muy grande y se opere el milagro de la resurrección.

¡Doña Vivian al fin podrá volar, libre, como en la canción de Nino Bravo! ¡Sí, y en primera clase!

http://www.cielonaranja.com

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