Cielo Naranja
Una postal desde La Vega

<STRONG>Cielo Naranja<BR></STRONG>Una postal desde La Vega

Fue enviada desde el puerto de Sánchez, en 1905, en aquellos días de vagones llenos y fulgurantes de mercancía y gente rumbo a La Vega. La postal nos presenta la “Estatua y Avenida ‘Rivas’”. La adquirí en un anticuario de Nueva York hace ya cuatro años. Cuando la Isla se me revienta por algunas de esas muestras del estilo “bizcocheado-chino” en nuestras ciudades, vuelvo a esta imagen como un gato agradecido. Si pienso en Canaletto y otros artífices de mundos venecianos, o en  la sequedad de las fotografías de Walker Evans, vuelve a esta joya del imaginario tropical.

Estamos frente a la primera estatua colocada en un espacio público dominicano, financiada por suscripción popular en 1891, por la Sociedad Justicia al Mérito. El homenajeado fue el próspero y emprendedor comerciante mocano Gregorio Rivas (1833-1889), quien tuvo la visión de una vía que conectara el Atlántico con la ciudad de La Vega. De ahí surgiría el proyecto y luego construcción del célebre tren, que impulsaría definitivamente la  economía del país.

El fotógrafo privilegió la amplitud de la avenida. Los niños, con sus indumentarias de entonces, nos revelan ese pertenecer a esferas que no corresponden a la dureza del sol y de las temperaturas. Vestidos hasta las rodillas, con sombreros, con sus medias, da la impresión de que estarán alborotados por la tardanza del artista en consumar su obra. El que corre desde el extremo derecho, ¿habrá pensado que no saldría en la foto? Los que están al fondo,  sentados en el suelo, ¿estarán ajenos a esa noticia tan asombrosa de una cámara fotográfica registrando lo más visible de La Vega de entonces? Podríamos seguir conjeturando y alargando innecesariamente las horas del sueño.

La estatua de Gregorio Rivas está a un lado. Su pedestal será de unos dos metros y tantos de altura, los suficientes como para que nadie pueda encaramarse, como Chaplin en los inicios de “City Lights”. Hay cuatro postes circundantes, los mismos que luego se le harán a la segunda estatua de la Isla, la de Colón en su parque capitalino.

Estamos ante el principio de las intervenciones artísticas en el espacio público, los fundamentos de la fotografía, la industria de las postales, y las representaciones de lo nacional. La Vega disponía entonces de una intensa vida comercial y cultural, con dignas edificaciones de piedra y una apertura hacia el mundo que sólo le disputaba Puerto Plata en el aspecto urbano. Interesante sería, por otra parte, recuperar esa colección de “La Vega Postal Card Com.” Podríamos reconstruir una ciudad donde campeaban los García Godoy, los Despradel y en el espacio donde habría de nacer y formarse Juan Bosch.

Ahora que nuestras ciudades han desmantelado sus ricas y antiguas arquitecturas tradicionales, cuando modernidad significa imperio de lo insignificante, vuelvo a imágenes como éstas, no para la nostalgia ante mundo desvanecido. Importa recuperar un referente de lo que somos hoy en día.

No sólo fuimos el Santo Domingo colonial inventado, sino también esta entrada de La Vega, con un Gregorio Rivas de entonces vital, con niños corriendo ante algo, ante cualquier cosa, pero niños corriendo.

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