Aun año de los dominicanos cumplir cien años de la separación de los vecinos haitianos, existían en ese año previo al centenario de la separación, cientos de comunidades, en especial en la península de Barahona, con nombres haitianos. En el año de 1943 el gobierno de Trujillo emitió los decretos y leyes castellanizando esos nombres.
De esa manera los dominicanos subsanaron un error que se arrastraba de mucho tiempo atrás para que la población dominicana tuviera conciencia de la herencia de su tierra. Se hacía desaparecer un hecho que no penetró en el pensar de la gente que conocían de su origen castellano tomando inmediata conciencia de que eran dominicanos diferentes a sus vecinos occidentales. Esos ocupantes que habían estado asentados en esa parte de la isla cuando la colonia española estaba marcada por la casi extinción por el abandono de la supuesta madre patria con el desaliento cuando ya no le proporcionaba ningún tipo de riqueza.
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Con una escasa población, el oriente de la isla se debatía en su vasallaje a los haitianos que con experiencia de combate aplastaban a los que fue el germen de la población dominicana como miembros de una comunidad muy distinta a la que buscaba absorber a la población caribeña de oriente.
El dominio haitiano iniciado en 1822 marcó el origen de una rebeldía que sin una formación efectiva iniciaba sus protestas para que no pereciera la hispanidad del oriente de la isla aplastada por una población extraña a las raíces ibéricas de la que había sido su colonia preferida desde 1492.
Ocupada la ciudad de Santo Domingo por las fuerzas de intervención de Haití se inició una etapa de consolidación de lo que sería el país dominicano cuando la rebeldía por la inconformidad de la ocupación estalló en diversos lugares de manera que la ocupación no fuera aceptada sin los tropiezos de una ocupación indeseable.
Se forjaron los embriones de los sentimientos de una nación que aparentemente se encontraba abandonada sin que nadie se ocupara de hacer germinar los sentimientos de una patria que estaba latente en el sentir de un pueblo aparentemente huérfano y dejado a su suerte de verse pisoteado por una raza tan distinta a lo que eran las raíces ibéricas de los habitantes del oriente de la isla.
Transcurrieron 99 años del 27 de febrero de 1844 cuando Trujillo con 13 años en el poder emitió varios leyes y decretos para borrar todos esos nombres haitianos de decenas de pueblos y parajes en especial en la península de Barahona y al sur de la sierra de Bahoruco. También existían en otras regiones como al sur de Yaguate donde Mañanguí se designó como Dubeau y la costa de Barahona el más notable fue Oviedo que se había llamado Trujín.
Por igual en la zona de Puerto Plata hubo comunidades que con las leyes de 1943 le cambiaron el nombre donde de destaca Cambiaso que era Souflet. Asimismo, en San Juan está el cambio de Bui por Bohechío. Por igual esta Juan Barón lo que era Ñagá en San Cristóbal.
Todo esos cambios de nombres haitianos a nombres dominicanos se llevaron a cabo por legislaciones de 1943 por el gobierno de Trujillo y figuran en extenso en la obra de Vicente Tolentino Rojas publicado por la Sociedad Dominicana de Bibliófilos en su volumen 73 del año 19