¿Cien días o más?

¿Cien días o más?

POR JOSÉ R. MARTÍNEZ BURGOS
Los resultados electorales del 16 de mayo del 2004, de los cuales deberá comenzar a disfrutar el pueblo dominicano a partir del 16 de agosto, han dejado claramente establecido, sin ningún tipo de dudas, que el pueblo dominicano demanda gestión honesta y eficaz, quedando bien claro qué, quién ha sido capaz de ofertar tan preciosa mercancía, se ha ganado las opciones reales de dirigir la cosa pública, es decir, el regreso de Leonel Fernández permite esperar buenos augurios para el futuro de nuestra República.

Por eso los próximos cien días, que mejor deberían ser doscientos, deberá ser un período de calma, estudio y observación de la oposición, para de esa manera dar oportunidad al nuevo gobierno de establecer las normas de convivencia de la sociedad y que éste diáfanamente señale las pautas necesarias para la recuperación de la economía y la tranquilidad de la sociedad.

Motivos de esperanzas los tenemos, pero se necesita mucha paciencia para ver los buenos resultados, hay que recordar que el Presidente no tiene mayoría en el Congreso y tiene o corre el riesgo de perder el apoyo de las clases populares, que se manifestarán en las urnas, si la oposición se convierte en una fiera irrazonable.

Si sucediera así, los viajes en yola o la emigración ilegal hacia Estados Unidos y otros países se incrementarán. Por tanto debemos evitar seguir los pasos de Argentina, que careció por mucho tiempo de toda capacidad de decisión, por estar en gran medida, bajo el control de la banca internacional.

Sabemos que nuestra debilidad es evidente y si la oposición se desespera y no le da tregua al nuevo gobierno, nuestro destino será desagradable y quien sabe si de pronóstico reservado. Todo el pueblo, los que votaron en contra de Leonel Fernández y los que lo hicieron a favor, tienen el deber de saber esperar. No existe una llave mágica para resolver los problemas dominicanos.

Cualquier paso en falso, cualquier desacierto, nos puede conducir a vivir las mismas vicisitudes del pueblo haitiano. No podemos ceder a las facilidades del catastrofismo, pero tampoco podemos ignorar y cerrar los ojos a la situación definida por la falta de crecimiento y la debilidad del Gobierno anterior, que no fue capaz de elaborar proyectos de acción y lucha contra la pobreza y las desigualdades y que no supo emprender reformas.

Echemos a un lado la impotencia y aprendamos a responder con eficacia las principales demandas de la población. Pongamos un freno al caos y la inestabilidad, pues de lo contrario lo que obtendremos es una revolución o ser ocupados de nuevo por fuerzas extranjeras, poderosas y difíciles de derrotar. Luego, el momento es de saber esperar y recordar como dijo Alejandro Dumas: «Toda la sabiduría humana se puede encerrar en estas dos palabras: confiar y esperar». Ojalá que los dominicanos asimilen ese consejo, para que luego no sea tarde, porque un día puede ser tranquilizante y otro fulmina o intoxica.

Confiemos en los famosos cien días con sus afirmaciones y rectificaciones, para que no se conviertan en demoliciones, pero tampoco en un período de escopeta cargada de la oposición. Cien días, en la situación actual es muy poco. Salvemos las distancias y observemos el nuevo gobierno. Si falla, llamemos su atención, pero tengamos paciencia y contemos con su buena intención, porque el PRD, dejó la economía hecha unos zorros, de tal manera que supo negar que es de día o de noche, cuando todos sabemos que es de noche, nadie sabe aún si existe un déficit oculto en las cuentas públicas y todavía se juega al dominó. ¿Estarán las cuentas, -como se dice en el argot- «cuadradas»?. Esperemos los próximos días y sabremos como termina la telenovela, que ha sido un culebrón muy especial. Pues ahora hasta se atreven a insinuar un «milagro dominicano» y según dijeron cumplieron un 99% las promesas electorales. ¡Hay que ser valiente!! para tal afirmación. Eso está super. Por nuestra parte, nosotros solo alcanzamos a decir que hay muchas bolas económicas y una democracia herida, pero que hay que recordar que existen pueblos que no sufren de amnesia, y el nuestro es uno de esos.

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