Ciencia para la competencia

Ciencia para la competencia

El país está urgido de ser competitivo. Se va abriendo paso la conciencia y comprensión de que sin alcanzar altos niveles de competitividad no hay futuro. Sin embargo, todavía no se comprende cabalmente que sin el instrumento de la ciencia no se podrá encontrar el camino del desarrollo de la competencia; ni en el sector público ni en el privado se lanzan iniciativas, individuales y de conjunto, para encauzar recursos hacia instituciones y proyectos que puedan catalizar iniciativas productivas que se inserten con fuerza en los mercados internacionales. América se ha colocado en la cima de nuevos emprendimientos empresariales pero sigue muy rezagada en innovación y generación de patentes.

No puede ser de otro modo cuando se mantiene muy lejos del nivel de inversión del 1% del PIB para Investigación y Desarrollo que recomienda la UNESCO, consecuentemente, la región apenas dispone de 560 investigadores y científicos por millón de habitantes frente a casi 2000 de China y alrededor de 4000 en EE. UU. y otros desarrollados. Con el agravante regional de que esos investigadores están muy concentrados en pocos países. Solo con iniciativas de investigación se puede llegar a más innovación y ser más competitivos: requisito “sine qua non” para acercarnos al desarrollo generando más empleos, incrementando la productividad y la competitividad. Sin recursos no hay espacio para la ciencia. En estos días vivimos, como todos los años, la fiebre de los Premios Nobel con una preponderancia de científicos norteamericanos y de otros países desarrollados. No es que ellos sean superiores, es que el sistema es superior y hay recursos para investigación. No pocos de los premiados en más de 100 años de los Premios no son originarios de los países que han adoptado para sus trabajos. Provienen de otros donde no encontraron condiciones para promover sus investigaciones.

Aquellos países que mejor se han ido colocando en el campo de la innovación se han dotado de instancias gubernamentales en asociación con el sector privado que identifican fuentes de capital semilla para emprender proyectos innovadores. Es el caso de Inadem en México, de Start-Up de Chile o de Innpulsa en Colombia. Al igual que han hecho los sudamericanos en nuestra región debiéramos promover la creación de una Red Caribeña de Investigación para el Desarrollo que estimule proyectos conjuntos, transferencia de tecnología y que, incluso, nos permita unirnos para enfrentar la amenaza de las “epidemias emergentes” que nos asechan.

Es evidente que se requiere un inmediato cambio de mentalidad y concepción. Hay que hacer catalizar en la juventud, desde que son niños, la vocación por la investigación científica pero para ello hay que catapultar la calidad de la educación de las ciencias desde la primaria. Varias academias de ciencias de la región, incluyendo la de RD, vienen promoviendo el Proyecto de la “Ciencia en la Escuela”. Randy Schekman, Premio Nobel de Medicina 2013 recientemente criticó los recortes de fondos en educación e investigación expresando que quienes así lo hacen demuestran que son “cortos de mira”.

 

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