Es lamentable y triste como muchas familias relacionan la temporada navideña, en la que se supone debe imperar la felicidad y la armonia, con traumas, pérdidas y cargas emocionales de toda índole, cuando es posible que lo único que haga falta para percibir lo correcto sea el decidir adoptar una actitud diferente frente a la vida, a la época y los demás.

El espíritu de la Navidad no es otra cosa que la emoción que ponga en cada asunto que emprenda, en la actitud positiva y feliz que decida estampar en cada una de sus actividades. Reúnase con su familia, tomen nota de los planes que desarrollarán juntos y las fechas en que estos se llevarán a cabo; tomen las precauciones que los tiempos ameriten, trazen límites respecto a lo que harán y no les está permitido participar como familia y verán como juntos serán capaces de terminar el año con balances positivos de toda índole.

Cuidense unos a otros, sean considerados con los demás como si se tratara de ustedes mismos, actúen con precaución y tengan cuidado con las aglomeraciones, los fuegos artificiales y la mezcla inaceptable de volante-alcohol y  sueño, desde ya tenga claro quién será el conductor designado de las salidas planificadas; se dará cuenta que siendo prudente, dando participación a todos  los miembros de la familia en la toma de decisión de los planes que realizarán los resultados no tendrán por qué ser lamentables.

Hable con sus amigos, compañeros de trabajo, motíveles a tomar estas sugerencias en cuenta, para que su familia comienze un nuevo año, completa y cargada de esperanza. Si ha perdido un familiar, de gracias a Dios, por que le ha dado dones para soportar la situación que le ha tocado vivir. Vea la vida de otro color y siéntase capaz de sonreir.